Micronesia en el Cerebelo

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Saturday, May 26, 2007

Especial Verhoeven Nº 7: La Forja (Carne y sangre)





Flesh + Blood no es ni de lejos la película más redonda de Verhoeven. Es bajo muchos puntos de vista una de las más fallidas (aunque también de las más entretenidas).

Pero creo que es la película esencial en su filmografía: Es la película bisagra, la que vertebra sus dos etapas (holandesa y americana), y la primera oportunidad de medirse a macropresupuestos y rodajes de complicada y mastodóntica logística.

Por las muchas tribulaciones, contratiempos, piques, y por el fabuloso desajuste entre un guión ambicioso que roza la perfección en su sutilidad (firmado a medias con el fiel Soeteman), y una puesta en escena, ejem, discreta, podemos decir que esta película es la forja en que el nuevo Verhoeven se forjó, un Verhoeven que devendría experto en manejar presupuestos excesivos, actores problemáticos, temas polémicos, que se haría más sabio, más astuto y que aprendería a gastar más dinero y mejor gastado en sus próximos proyectos.

La película como forja, como yunque, no se refiere solo a Verhoeven, sino a los propios personajes (excepto el de Hauer, que empieza ya de una sola pieza).
El joven Arnolfini experimenta un viaje iniciático desde su palacio de retiro intelectual hacia una existencia repleta de contratiempos, audacias, crueldades y muerte.
Agnes, por su parte, aprende a simular, a adpatarse, a imprimir su voluntad mediante subterfugios, a jugar con los hombres, a aprovechar sus armas y a disfrazar sus intenciones y pasiones: La princesa entre mendigos aprende a sobrevivir.

Sobrevivir es la clave, se puede decir que también para el director. Pasar de rodar con dos millones de dolares a siete parece poca cosa, pero el sufrimiento de Verhoeven se multiplicó no por dos, sino por diez.

Por otra parte y antes de profundizar en el argumento, cabe destacar varios aspectos. Primero que Rutger Hauer, antiguo compinche, venía crecido por sus actuaciones en Blade Runner y Lady Hawk. Se creía un actor de método a lo Brando e insistía en recrear cada aspecto de su personaje minuciosamente y con libertad.

Verhoeven no estaba para chorradas. Necesitaba rodar rápido para convencer a los estudios de que era un director con el que contar. Rápido, barato y bueno. Hacer una peli de siete millones que pareciera de veinte. No quería discutir cada escena, ni que Hauer reescribiera su papel de continuo. Hauer era un actor natural (como se puede apreciar en Turk Fruits) y Verhoeven chocó con los nuevos modos, métodos y modales de su viejo amigo. Jamás volvieron a trabajar juntos.

"Fue una relación de amor no sexual. En esa época Rutger sabía reproducir mis sentimientos de manera que quedara clara mi manera de ver las cosas, mi filosofía. El problema era que acababa de rodar Ladyhawk, pensaba que sería un trampolín para él en América por su faceta romántica, que haría de él una estrella. Y ahora se encontraba con otro film medieval en un papel opuesto al anterior , un personaje violento (violaciones, borracheras, asesinatos a sangre fría) a pesar de que había escenas en que podía mostrar ternura. Estaba confuso, fabricándose una imagen por un lado y destruyéndola por otro." (Verhoeven)

En segundo lugar, y contrariamente a otras películas de épica medievalista, Verhoeven conjuga amor al género de aventuras con ganas de transgredir clichés y huir del género como prisión.
Logra algo realmente notorio, huir del maniqueísmo de héroes y villanos y retratar la complejidad de unos personajes hijos de su tiempo, que se mueven por intereses y pasiones egoistas, pero que son ambivalentes y no representan un bien absoluto o un mal absoluto: Son hombres y mujeres enfrentados a situaciones, simplemente eso.

En ese sentido Hauer se hace de todas todas con un personaje, Martin, que es un mercenario escéptico, brutal, pero inteligente, un superviviente nato que lejos de hacer el mal por placer, solo lo hace para favorecer de su propia supervivencia o provecho. Evita, bajo una máscara de líder insensible, que la masa humana que le sigue, se desmande y arrolle.

Los nobles estafan a sus propios hombres, les niegan botines prometidos, los amenazan, y los desprecian. Se hacen chantaje entre ellos, no creen en romanticismos, hacen la guerra arrasando tierras y pueblos y jamás se plantean la idoneidad de sus acciones. Frente a esto la Iglesia muestra una moral hipócrita. Verhoeven retrata la Edad media y su particular ideología salvífica de manera certera: Comulgando antes de entrar a fuego y sangre en una ciudad sitiada.

Hauer, vemos, es un personaje contradictorio con sus pasiones y ambiciones, justo al contrario de Lady Hawk, en dónde es un héroe en el sentido épico y romántico.

"Todo el mundo tiene la extraña idea de que la edad media fue una época muy romántica, lo cual no tiene ningún sentido. Esta película parte como un anti cuento de hadas." (Verhoeven)

El tono sucio habitual en nuestro holandés favorito aquí aparecía convenientemente entremezclado con la vida diaria de los mercenarios y sus amantes prostitutas, sus costumbres, su vocabulario, y sus esperanzas. En la epidemia de Peste, en la monja herida que pierde el control, desnuda y epiléptica, en la niña sin lengua...
En ese parto de la prostituta en medio del barro, y el entierro del feto en un tonel. Verhoeven no renuncia a su suciedad y costumbrismo.

En realidad la película fue planificada en tono de Western, y se podría decir que es el Western de Verhoeven. Aunque el modelo inicial es "Wild Bunch" de Peckinpah, el guión se alejó un tanto de esa influencia. En exteriores se aprecia una cierta estética a lo Leone. Exteriores que, salvo el sitio a la ciudad que da comienzo a la cinta, es en dónde Verhoeven se muestra más débil, inseguro y rutinario (con excepciones).

La lucha de Verhoeven incluyen unas murallas de Ávila en estado ruinoso cuando él llegó, el recelo de las autoridades ante su restauración, el frío intenso, y un equipo de más de 150 técnicos cada uno de una nacionalidad distinta, con el efecto lingüistico adverso. La parte española del equipo impusieron paradas para almorzar, siesta, y desaparición colectiva los viernes tarde, hasta el lunes.
Los productores españoles le prometieron 200 caballos. Entregaron 15.

La parte norteamericana iba de turismo y se escapaban para hacer surf en Galicia, visitar la noche española, y causar quebraderos de cabeza. Verhoeven se apoyó en su fiel Jan de Bont, y en británicos y holandeses, para afrontar rodajes extremos en exteriores (los cuales me parece solventó en ocasiones con un resignado apresuramiento). Y el apoyo de una Jennifer Jason Leigh sublime en su actuación, entregada, que se inspiró en Patty Hearst para su secuestro, y que ama/odia a Martin mientras espera su salvación.

La crítica holandesa, como casi siempre, le echó en cara toda la carne, toda la sangre, todo el vicio, todo el pesimismo, todo el cinismo.
Pero es ese oscurantismo lo que la hace tan perfecta como representación de lo medieval, contradicción entre unos personajes vivos, complejos, fascinantes, completos, y una sociedad ignorante, cruel, absurda, mísera, precaria, fanática, hipócrita y feudal.

Hay ciertos momentos sublimes de contradicción. Agnes y Steven Arnolfini jurandose amor y besandose bajo el árbol de los ahorcados, entre las mandrágoras que crecen alimentadas con los fluidos de los ajusticiados.

Poledouris musica perfectamente la atmósfera de superstición y brutalidad verhoeviana. Cómo no, Agnes, al ser secuestrada por los mercenarios a quienes su futuro suegro Arnolfino prometió botines que no llegaron, es violada de modo masivo por la turba, aunque "adoptada" en exclusiva por Martin, quién anhela lo que ella representa: El ideal del caballero que no es ni será, el refinamiento de su suavidad, su dulzura cultivada y una perversidad aprendida que en sus labios es más provocativa, más sabrosa, más blasfema. Es su dama, del mismo modo que ella le dice que no es sino una versión madura y cruel de su amado Steven Arnolfini: Martin es lo que la vida nos hace a nosotros cuando juventud y esperanza se desvanecen.

El simbolismo es de nuevo la sutil pincelada que confiere a Verhoeven una grandeza más allá de lo evidentemente mostrado. Sutilmente nos sugiere una relación homosexual (Miel y Orbec) entre mercenarios tratada con gusto y elipsis, y cuyo trágico final resulta shakespeareano.

Y que decir de su obsesión religiosa. Martin manipula al gurú religioso para que todos le sigan, mientras se suceden los "signos" y designios divinos, hasta que la farsa llega al paroxismo mesiánico y sectario, y queda finalmente desautorizada por la realidad en una versión medievalesca de Waco.

Lo mejor de la cinta es el duelo Hauer-Jason Leigh. Brillan con luz propia en sus escenas. La escena en la tina llena de agua es sensual, explícita, inteligente, y el propio Verhoeven la plagiaría en Showgirls (escena de la piscina).

Agnes mimetiza lo aprendido de su criada en cuanto a sexo, de modo que acaba adueñándose de la iniciativa al fingir (o dejarse llevar) su satisfacción y éxtasis cuando Hauer quiere oirla gritar al violarla. De nuevo brutalidad tratada con inteligencia.

El elemento débil del triángulo es Steven Arnolfini, que acude al rescate de su amada, y aprende una lección de crueldad, fuerza y perseverancia. Palidece ante el carisma puro de Hauer.

El final de la cinta es...¡un homenaje a Poe! Se trata de "La Máscara de la Muerte Roja". Los mercenarios toman un castillo y viven como señores, pero la envidia y la insidia van carcomiéndolos, a la vez que son localizados y sitiados por el prometido de Agnes, a quien burlan en un principio.

El ataque biológico posterior de las mermadas fuerzas del joven con carne de perro contaminada, y la paranoia de la peste negra, hacen caer en desgracia a Hauer, que se alía con el joven Steven, para después traicionarlo ante la llegada de refuerzos de Arnolfini padre. Al final estalla la masacre al estilo Wild Bunch, y tras la pirotecnia, comprobamos hasta dónde llega la suerte del superviviente nato.

Y Verhoeven aprende que la clave es...seguir rodando.

2 comments:

BUDOKAN said...

Brillante tu comentario sobre esta gran película. Hace poco vi la última de Verhoeven llamada "The Black Book" y realmente fue un placer. Saludos!

Anonymous said...

Ya temía que hubiese apartado su monumental antología Verhoven definitivamente.

Me gustaría añadir algo pero me es imposible. El análisis es impecable y ameno.

Sólo diré que para mí sí es una de sus mejores películas. Con todas sus imperfecciones y toda su cínica negrura. Veo al Verhoven más puro en cada minuto de su metraje. El mismo que me deslubró con la suciedad de "Katty Tippel". Esos retratos de un mundo sin esperanza esconden al verdadero Verhoven. El tiempo y el pudor fueron enterrando esa faceta.

Hauer está soberbio como superviviente asilvestrado. Jennifer Jason Leigh, como siempre: suprema. Lástima que su carrera siempre haya sido una prueba de obstaculos. En definitiva, considero a "Los Señores del Acero" como una de las mejores películas ambientadas en los años oscuros. Su cinismo la equipara con "El Último Valle" de James Clavell, si bien va más allá. Poco importa que los aspectos técnicos le resten credibilidad. En el cine de Verhoven la verdad no se muestra, se escupe.

Brillante, Mycroft.