Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Monday, May 14, 2007

Cuento contado del revés, puesto del derecho


Un día Arlequín decidió irse a vivir al aire.
Hizo las maletas y dejó la casa de su padre, que olía a libro viejo, a natillas caseras, a infancia y a sol, si es que el sol produce aroma alguno.
Decidió vivir en el viento, a medio camino entre la nada y las nubes.
Bajaba a escasos centímetros de las copas de los árboles callejeros, duros árboles que se agitaban con firmeza. Supervivientes a una dieta de asfalto.
Bajaba y dormía, soñaba y vivía sus sueños, o más bien creía vivirlos.
La lluvia era distinta en el cielo, y los pájaros lo miraban intrigados, antes de continuar su lucha feroz para devorar o perecer.
Los pájaros eran un coñazo, por cierto, unos animales más sucios de lo que la gente piensa leyendo poesías y relatos.
Arlequín huía así del día a día insoportable, de la vida, de tener que construir una vida.
Era un ángel que contemplaba con añoranza la vida urbana, y sobrevolaba la ciudad acariciando las fachadas agrietadas y grises, cubiertas de polvo y años.
Arlequín era un cobarde que vivía de robar a los niños perdidos que deseaban ir al país de nunca jamás y pedía rescate por ellos.
Era un traidor porque siempre los devolvía a sus cárceles de carne y sangre, a sus operaciones matemáticas y a sus futuras hipotecas.
Arlequín leía a Milton en voz alta posado en un pedestal de un parque, como una estatua viva, y creía que si una sola palabra de Milton caía en oidos adecuados como una semilla, algún día el ángel caido encontraría un solo defensor.
Todos hemos caído.
Su voz se asemejaba a un graznido, y las cosas brillantes lo enloquecían. Arlequín se creía cuervo, y se lanzaba a sacarle los ojos a sus ancestros. Arlequín se creía enamorado, pero solo de su imagen en el estanque, es decir, del reflejo pálido que creía reconocer en otra persona, pero que se desvanecía como imagen en el agua al hundir una piedra en ella y desbaratar su superficie.
Imaginaba lo que era amar, aunque solo sabía matar. Asesinaba lechuzas, y devoraba almas perdidas que buscaban salvación caminando en tropel, empujándose unas a otras para llegar las primeras a las puertas del paraíso.
En las puertas del paraíso se podía leer: CERRADO POR REFORMA.
Arlequín se iba a los peores bares y besaba a las chicas con su boca de diablo, mientras pensaba en su negra alma y en un recuerdo de una chica que imaginó una vez y creyó ver. Las chicas se dejaban querer, pero tenían un currículum de besos y candidatos tan largo como el día del hambriento.
Y la misma hambre de devorar al ser devoradas.
Pero Arlequín se iba al noveno chupito de tequila con algunos borrachos del lugar a jugar a caerse por el borde del mundo.
Si no había nadie para él, no iba a ser alguien para nadie.
Ni iba a dejar de ser Arlequín y vivir en el aire.
Un día un cazador caminaba por un sendero de tierra, cerca, muy cerca del río, a las afuras de la ciudad dónde las vías de tren eran murallas que los chicos jugaban a cruzar como bailando con la muerte.
Disparó al buen tun tún y le dió a Arlequín en el pecho, y el pobre muñeco cayó del cielo medio muerto. El perro del cazador lo mató del todo, y llevó su cadáver a su señor.
El cazador lo miró extrañado:- No es ni hombre ni muñeco, ni ángel ni diablo, ni alma en pena ni alienigena despistado.
Y si no es ninguna de esas cosas, y puede hacerse pedazos, servirá para alimento en la cazuela.
Y Arlequín pasó de devorar a ser devorado.

FIN.

6 comments:

Prudence Cohel Smith said...

Esta historia me sonó a una canción de serrat sólo que más deprimente, también me trajo imágenes de the wall de pink floyd sin querer, aunque el final es bello y la historia me encantó, al fin y al cabo siempre pasa lo que tiene que pasar.

Mycroft said...

Vaya, lo he improvisado bastante...me daba la impresión que era un poco el cielo sobre berlin pero al reves...

Anonymous said...

Coincido en que el final es muy bueno, pero tampoco veo cielos berlineses dibujados por Wenders. Por momentos me recuerda al Badini de Fante, siempre deshubicado y desencantado. Por momentos podría pasar por un cuento cruel de Bukowski, quien, al fin y al cabo, era hijo bastardo de Fante.

Permiso tiene, Mycroft, para collejearme virtualmente. He caido en el tópico que más odio: El crítico literario que valora una obra comparandola con la de otros autores. Pero como no soy crítico (gracias a Dios), ni quiero babosear su page con halagos inútiles, me limitaré a insistir en lo de siempre: Siga escribiendo. Sus textos son cada vez más sólidos.

Mycroft said...

Bueno no me referia al tono. Mas bien a que en "El cielo sobre Berlin/Tan lejos tan cerca", se trata de un angel que baja a la tierra, y aquí lo planteé como tesis contraria, un hombre que sube al cielo.
Me asombran las referencias (¿Bukowski?) y me halaga que les guste el final. Yo es que con los finales soy muy tremendista, muy de tragedia griega. Ante la duda, que corra la sangre y el dolor.

Anonymous said...

Bueno, tampoco haga demasiado caso a mi opinión. Sabido es que el que observa interpreta lo que ve en función de sus circunstancias.

Más Fante que Bukowski. Las metáforas del primero eran más elegantes que las descarnadas del segundo. Las suyas, Mycroft, me recuerdan a Fante. El descolocado personaje, como dije, se asemeja a uno de mis iconos, Arturo Bandini. Salvando las distancias, obviamente.

BUDOKAN said...

Muy buen relato en clave de ensayo. También se disfruta el video que viene de bonus. Saludos!