Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Wednesday, September 12, 2007

Some Noir


Todo comenzó de noche, porque la oscuridad, aparte de un atrezzo de escritor barato de relatos de terror, es sencillamente el cielo hecho incertidumbre.
Nuestro hombre tomaba unas cervezas con un compañero de trabajo en un local repleto de barricas, en que las mesas eran toneles, y las camareras mujeres demasiado guapas y demasiado jóvenes como para no racordarnos nuestro propio rostro en el espejo que reviste el otro lado de la barra.
Había un tipo monstruosamente musculado, rubio, junto a la máquina expendedora de cigarrillos. Creo que era gay, no paraba de mirarme.
Yo era ese compañero de trabajo, y estabamos comentado alguna de esas pequeñas mezquindades que ya saben. Cuando le das a un hombre una migaja de poder y un traje oscuro a juego con una corbata gris, y entre gráficos, estudios de venta, contratos de seguro y evaluaciones de rendimientos se cocina el alma de un pequeño tirano.
-No puedo creerlo- me dijo- ¿Hizo eso por pura maldad?
-Por supuesto. Y ella recogió sus cosas en silencio. Nunca supo ni siquiera por qué la estaba despidiendo. Luego sonrió siguiendola con la vista a través de la ventana, caminando por el parking como herida en su orgullo.
-No me jodas. Y no parecía gran cosa, el cabrón. Entró en la empresa cuando yo lo hice, era un chico tímido que tenía miedo de alzar la voz.
-El mal casi siempre es un explosivo que se prende con la mecha de lo banal, amigo.
- No estoy de acuerdo. No creo que la gente se dedique a hacer el mal por hacer el mal, ¿Qué sentido tiene tomarse esa molestia sin un propósito?
Sonreí y me animé a pagar una ronda, porque me encanta la controversia. Mantuvimos una charla vehemente y yo tiré de manual. Hablando del holocausto, de la inquisición, de la bomba nuclear... Mientras hermosas mujeres a las que miraba de reojo jugaban a los dardos, y yo me alegraba internamente de ser un cobarde, aunque en el fondo sabía que era como el último hombre vivo del relato de Matheson, fantaseando con la chica del vestido verde que se parecía a aquella actriz (imaginaba las noches de pasión, el estrechamiento de la relación como las paredes de una sala de tortura que van acercándose unas a otras movidas por un engranaje secreto dejando menos espacio, menos espacio, más cerca, hasta que que lo aplastan a uno y queda atrapado en una vida normal: Casa, coche, perro, hipoteca. Entonces era cuando sonreía por ser un pelele).
-No puede ser eso, tiene que haber alguna razón, alguna mezquina razón.
-Tal vez el miedo.
-El miedo al menos es algo.
Las chicas seguían jugando a dardos, y yo estaba demasiado borracho para hablar, y menos aún para hacerme entender. Entonces cambiamos de tema al comentar que Spiritualized estaba de gira y vendría al culo del mundo, en dónde nosotros vegetabamos, todo un detalle.
Salimos de entre la espesa selva de cuerpos ebrios, pisando charcos de alcohol y vísceras internas, chapoteando en el lodo lúcido y lúdico de la anestesia derramada.
Afuera el motor de la maquinaria industrial que horadaba la plaza de Canovas descansaba como un demonio cansado de competir con los hombres.
-Tengo que dejar ese trabajo- dije.
-¿Por qué?
-Porque si no me pegaré un jodido tiro. No lleva a ninguna parte. Trabajo para beber y bebo para olvidar que trabajo para beber.
-Estás exagerando. Solo necesitas (entendí al instante sus gestos lascivos)...
-Eso tampoco lleva a ninguna parte. Lo que me jode es haber fracasado como hedonista. Pasarme al materialismo puro y duro acabará conmigo a la larga.
-Eres tu el que cree que el mal es simplemente azar y aburrimiento. Eres un pesimista.
-Tú lo has dicho. Te llevo.-Accioné el botón en la llave de mi coche, que gruño como un dragón herido. Las obras del metro lo habían llenado de polvo que con el rocío pronto sería una fina capa traslúcida de lodo semitransparente.
-No, prefiero ir andando.- Se embozó su chaqueta y sin decir adiós dió media vuelta y se alejó con paso tambalente. Fue la última vez que vi a mi amigo.
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Algún tiempo después llamé a su casa. Hacía tiempo que no iba al trabajo, y me preocupé. Me contestó su madre, lo cual era extraño porque se había independizado a costa de comprar un minipiso en Manises.
-Está bastante mal.
-¿Y eso? ¿Qué ha ocurrido?
-La otra noche le atracaron dos tipos. Llevaban una navaja diminuta, pero él iba muy borracho. Apenas sabía de que le hablaban esos hombres malcarados. Les dió el dinero, pero cuando se iban se le ocurrió preguntarles por qué lo hacían, si era por el dinero o por placer. Le dieron una paliza y lleva unos días muy raro.
-Me apena oir eso. Si puedo hacer algo... Tal vez hablar con él.
-No no, muchas gracias...
Con eso me di satisfecho, y el tiempo y la rutina diaria fueron dejandole en el olvido.
Lo que voy a contar ahora lo averigué después por lo que él contó a terceras personas. Y por la televisión.
Le habían jodido bien. Le dieron patadas una y otra vez en la cabeza cuando ya lo habían apalizado. De hecho se olvidaron de huir. Estaban absortos en hacerle daño, en plena calle Salamanca, delante de un colegio religioso, sus golpes parecían truenos, y su cabeza un gran planeta en formación. Latidos, latidos de sangre y dolor palpitando. Pam, pam, pam. Solo oía eso, el mundo se redujo y solo existían los verdugos y su victima. Nadie más, el desierto asfaltado, los blancos balcones inexpugnables de pequeños hogares en silencio. Desde el suelo podía ver la luz azulada de algunos televisores cercanos a la ventana.
Se hizo de día y la policía les encontró todavía absortos como en una operación matemática.
Algo se rompió en su interior y no fueron sesos ni huesos.
Cuando se recuperó, comenzó a coleccionar cuchillos y machetes, a aprender disciplinas de lucha. El típico síndrome de alguien que no se siente seguro.
Eso pensaron todos.
En realidad era curiosidad. Curiosidad por saber qué motivaba que alguien se dejara coger y castigar por la simple satisfacción de dañar, antes que huir y disfrutar del lucro de su delito.
Sus amigos no le reconocían. Su cara estaba paralizada en un rictus. Y no era de horror, sino una sonrisa torcida.
Comenzó a caminar por las noches solo, tentando la suerte decía su madre. Deseando ser atacado tal vez. Sus pasos repicando por el empedrado. Callejones en forma de ele, el parque del río, el puerto.
Finalmente salió en las noticias, como una venganza. Sé que no era por venganza. No iba a por los que le habían jodido: Le valía cualquier matón.
Cuando la policía lo encontró, extrañamente tranquilo, sentado en el suelo con las piernas cruzadas una bajo la otra, le había sacado los dos ojos a su asaltante, le había cortado la lengua, y tan solo le preguntaba:
-¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Y sin embargo disfrutaba, su cerebro segregaba sustancias que serían el sueño de cualquier yonqui.
Yo estaba bebiendo solo, a la salida del trabajo, cuando salió en las noticias en la TV del pub. Podía oir salivar desde mi taburete a los periodistas que buscaban una explicación y se lamentaban, aunque les brillaban los ojos porque pensaban en el share.
-¿Es instintivo, estamos diseñados para causar dolor?-preguntaba uno
-¿Era el miedo?-Aventuraba otro.
-El miedo al menos es algo.-dijo una voz a mi lado.
-No sé. La banalidad del mal lo hace más terrible. Tal vez solo fue curiosidad. Tal vez solo aburrimiento.- Me encontré diciendo- Te reto a una partida de dardos. El que pierda pasa una noche en la celda de mi amigo.
La chica que se parecía a Jenniffer Love Hewitt sonrió de forma encantadora aunque no había cogido la negra ironía que había en lo real que escondía la palabra "amigo".
Aquella noche no tenía ánimos ni para ser cínico, ni para beber solo. Simplemente quería abrazar a aquella muchacha estúpida que creía que Nerón era una marca de coches.
Consegí hacerla reir unas cuántas veces, y supe que no estaba tan oxidado como creía, además de contar con el amigo Jack Daniels para doparla.
Aunque luego ella se fue con el rubio que parecía gay.

2 comments:

Bowie said...

me ha recorado, el amigo al Travis de Taxi Driver,aunque éste quizá tenga peor baba, no sé

pero el miedo, creo, al final es el estado del alma más fuerte de todos

va el abrazo

BUDOKAN said...

Excelente relato dándo una mirada noir como bien dice el título del post. Coincido con bowie en que hay un aire urbano a Taxi Driver. Saludos!