Los dioses, los dioses son más fuertes ante ellos se abate el tiempo,se doblan las rodillas de los hombres,y hacia ellos suben, cual un incienso, las oraciones y pesares de los hombres, pues dioses sonCuando los dioses ríen"Carquinez se había, al fin, relajado.Dirigió una mirada a las crujientes ventanas, para acabar escuchando el rugir del viento del sudeste, que envolvía toda la casa. Por último alzó el vaso ante el fuego y rió alegre, contemplándolo a través del dorado vino.
-Es hermoso-dijo-.Y verdaderamente suave. Un auténtico vino de mujer, destilado para que lo beban santos de hábitos grises.
-Viene de nuestras colinas caldeadas por el sol-expliqué, con el imperdonable orgullo del californiano-.Ayer las estuviste recorriendo.
Valía la pena conseguir que a Carquinez se le soltase la lengua. Nunca se mostraba tal como era en realidad hasta que el suave calor del vino le recorría las venas. Ciertamente que se trataba de un artista, en todo momento y en cualquier situación, pero cuando estaba sobrio su mente perdía todo acicate y agudeza, para resultar tan aburrido como un domingo inglés.No en comparación con otros hombres, pero mucho en contraste con el agudo ingenio de Monte Carquinez en sus mejores momentos.
De todo esto no debía inferirse que Carquinez estuviera embrutecido por el alcohol. Muy al contrario. Se emborrachaba en contadísimas ocasiones.
Como ya he dicho, era un artista.Se daba cuenta de cuando había bebido bastante, y bastante para él equivalía al equilibrio que tenemos todos al estar serenos.
Poseía una instintiva y sabia temperanza que recordaba la de los griegos. Sin embargo, estaba muy lejos de serlo.
-Soy azteca, inca y español-le había oído decir infinidad de veces..."
continuará...
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