Impresionante metáfora que debido a las advertencias de Stalin al mismo autor, estuvo en un cajón desde 1925 hasta 1986.
Un cirujano transplanta a un perro la hipófisis y glándulas sexuales de un cadáver. El perro se va transformando en el hombre (un delincuente). Sus actividades confirman su peligrosidad social, y es necesario revertir el experimento.
Bulgakov hizo mutis, y escribió calladamente para el futuro. Le habían dicho que se jugaba la piel si publicaba, y no hace falta ser un genio para comprender por qué.
Ameno, divertido, pero duro y crítico, en su metáfora desgarrada más cerca de un Buzzati que de un árido Kafka.
"Al día siguiente pusieron al perro un ancho y brillante collar. En un principio, viéndose en el espejo, se apesadumbró mucho, metió el rabo entre las piernas y se fue al cuarto de baño a reflexionar acerca de cómo romperlo contra un cofre o un cajón. Pero el perro comprendió pronto que no era más que un tonto. Zina lo llevó de paseo, sujeto de la cadena, por el callejón de Obujov. El perro caminaba sintiéndose un presidiario y muerto de vergüenza; pero una vez hubo pasado por Priechístenka y llegado a la catedral de Cristo, se dio perfecta cuenta del valor que tenía un collar en la vida."
4 comments:
Tremenda la historia que cuentas sobre el perro delincuente. La verdad que has desempolvado arte con este comentario. Saludos!
¿En qué nos convertimos cuando nos transplantan el corazón de un cerdo? ¿En un hombre con sentimientos?
En la Unión Soviética de Stalin bastaba con mucho menos para acabar en un Gulag.
oye artista, ¿Fib o qué?
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