Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Saturday, May 06, 2006

Espejos y novocaina


Paseando por la biblioteca entre letras de zozobra, me paro frente a una estantería, y mi ojo inquieto recorre una filera de volúmenes hasta dar con uno de lomo amarillo, titulado casualmente “los amores amarillos”.
Mi mano se ha transformado en un imán, el libro me estaba llamando como a gritos, y yo tenía ganas de señalarme con el índice y decir:- ¿Es a mí?
Tristan Corbière ha entrado en mi pupila de inmediato, y he congeniado con él, me he reído con él, he hablado del amor y de la muerte (¿acaso no son lo mismo en el fondo?)
Y me he sentido extrañamente bien por el hecho de encontrar en un poeta semidesconocido del XIX que casi se autoeditaba, un ser tan presuntuosamente vulgar, tan cínico y desesperadamente romántico, con versos que son como ramas secas que hacen “crack” al pisarlas.
Tristan desde su tumba bretona cubierta de polvo es el ser humano más auténtico, más tristemente autocrítico, feroz y despiadado, y ávido no obstante de besos, que he leído en mucho tiempo.
Hijo de marino y escritor, burgués acomodado…El joven Corbière es inteligente pero incomprendido en el instituto, sus estudios terminan abruptamente al diagnosticársele reumatismo agudo. A partir de aquí su vida parece alejarse entre la bruma bretona de un mar de nada. Nada que hacer.
Salvo soñar. Con el cuerpo deformado por su enfermedad, se deja crecer barba, cambia su nombre por el de Tristan, viste de marino, dibuja, pinta, escribe, lleva vida de excéntrico, se acompaña por gente del mar, es un actor sarcástico que interpreta un papel principal de bohemio sin remedio.
Fecha sus poemas en lugares lejanos que nunca pisará, y se hace instalar en la casa de verano de sus padres en Roscoff, en dónde vive, un barquito en el salón, en dónde duerme a partir de entonces.
En 1871 conoce al conde Rodolphe de Battine, rico, jugador empedernido, y a su amante Armida Cuchiani, la Marcelle de sus versos…
En los pocos años hasta su muerte, se vuelve inseparable de la pareja. Al conde no le importa dejarle unas migajas de algo patéticamente sustitutivo de amor, de su querida, que se deja querer por el poeta sin dar importancia a un Corbière que la necesita con todas las fibras de su ser, sabiendo que es solo una locura del monstruo triste de los versos.
Los amores amarillos se publica en 1873, pocos ejemplares y al doble del precio habitual, publicados por unos editores de literatura pornográfica. Nadie parece prestarle atención. Es su época de dandismo, de ropajes barrocos y poses que no se cree del todo, o más bien nada.
Muere en 1875, a la edad de treinta años. El hombre que escribió el poema “El sapo” se desvanece, deseando tal vez no mirar al espejo y ver a un monstruo (el sapo soy yo, nos dice, y parece repetir con otras palabras en varios poemas), o a algo peor, solo un chico triste y frustrado, porque al menos el monstruo es un ser único, terrorífico, bello y romántico.
Mayo le pertenece esta vez, así como a Eels, el hombre doloroso de las canciones enfermas...

1 comment:

Horrorscope said...

Agradable descubrimiento.