Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Wednesday, December 12, 2007

Diario de Viaje


Milán es dolor. Mis oidos sucumben a la presión del vuelo. Una fea ciudad fabril. Nada digno de verse. Carteles de la liga norte. Dormimos en un barrio obrero. Pintadas fascistas. Noticias de obreros muertos.
Odio la pizza, pero le doy una oportunidad a una sin queso fundido. Oportunidad perdida. Voy a pasar hambre en este país.
Observo por primera y no por última vez lo diferente que es la gente aquí. Hermética, seria, inescrutable. Tal vez el sur sea diferente. Curiosamente me identifico más con extranjeros, inmigrantes, que forman parte también del tejido social de mi barrio. Lo diferente es lo único familiar. Europa a fin de cuentas es solo una palabra para resumir una hermandad fundada en las trincheras y en los cadáveres. Somos hermanos de sangre.

Florencia sería una ciudad magnífica, pero su gente se toma muy en serio a si misma. ¿Hay algún florentino amable? El turismo ha arruinado el carácter de esta gente.
La vemos desde lo alto, entre turistas japoneses, y parece una postal irreal, una pintura absurda y bella.
Ni siquiera me molesto en comer, he desayunado fuerte. Hay pistolas, lanzas y estatuas. Risas en el museo. Risas auténticas. El mejor arte es el de pasarlo bien. Aquí eso no parece calar. Incluso el fútbol es analizado y diseccionado hasta que pierde el sentido.
Tienen una televisión incluso peor que la nuestra: Solo hay astracanadas, caras, caras, caras bellas sin contenido. No hay alma.
Florencia es un largo viaje en carretera con el amigo reencontrado, el amigo ausente y añorado, con The man who sold the world de fondo, y un cartel luminoso que pone "The End" en una fábrica, en la linde de una carretera o autopista estropeada.
Solo por ese momento vale la pena recorrer mil kilómetros.

Venecia es un halo de niebla, de canales, de callejas, de recovecos. Es temporada baja, y estamos libres de mareas humanas, casi a nuestro aire...Se nos come la humedad, pero conseguimos mantenernos en forma armando un circo en gondola...Sigo sufriendo con las comidas, no me gusta ni el pan, me parece duro. Las ensaladas cuestan doce euros.
Fumarse un habano en la plaza de San Marcos. El cielo parece haberse hecho pedazos y roto en un atardecer neblinoso y oscuro.

Bolonia es un descanso, una plaza segura, llamadas de atención en el hotel, desayunos opíparos, ritos de colegueo, sonrisas arrebatadas al cansancio. Lanzo un calzone de nutella por la ventana.

Pisa es por fin una plaza de buena y económica gastronomía, pasta, pero no únicamente pasta. Un poco de variedad en un mar de uniformidad. Usualmente como pasta dos veces al mes, como mucho. Aquí uno puede elegir, algo casi inaudito en el resto de ciudades.
Pisa es hermosa, pero esta mal iluminada de noche (anochece a eso de las cuatro).
Ni los supermercados parecen tener alimentos suficientes, o ya puestos razonables. La noche comienza pronto, y se te come el día y el alma, la energía y la luz de los ojos.
El coche lleva el parachoques suelto, y paramos a arreglarlo bajo la lluvia, congelados, tiritando, como marinos maniobrando con cuerdas, atando cabos, llevando el barco a buen puerto, luchando contra el temporal.

Rimini es solo mar, salitre, fin del camino, horizonte, compás de espera, horas perdidas, aeropuertos, sillas incómodas, despedidas complices, deseo de volver a un hogar tal vez ilusorio pero al menos familiar.
Volví de Portugal hermanado con aquel pueblo.
He vuelto de Italia sin empatizar lo más mínimo, pensando que Europa no existe. Solo somos una unión de miserias y pasados supuestamente gloriosos, guerras comunes, conglomerados económicos, precios unificados, y similares tragedias y preocupaciones, desigualdades, y precariedades.
Al final Italia es el reencuentro con alguien importante para mi y la experiencia compartida.

5 comments:

Fernando Siles said...

Muy poético el diario, si señor.

A ver si lo resumo bien: Italia una mierda pero el viaje de puta madre, ¿no?

La poesía nunca ha sido lo mio, jejeje

Pd: de mis 14 comidas de la semana por los menos 7 son pasta: macarrones, spaguettis, pizzas, raviolis, lassagnas, paninis... uff, en Italia me pondría todavía más gordo de lo que ya estoy.

Saludetes y benvenutto al tuo bloggo!!!

Mycroft said...

No hombre no, el lugar, como ubicación y paisaje, es fantastico. La gente y la sociedad no me lo han parecido...pero son impresiones superficiales.

Libertino said...

¿Lanzó un calzone por la ventana?
Es usted un macarra!!!
Un placer tenerle de vuelta!!!
Le dejo un disco que me tiene loco: Doppelgänger de The fall of troy.
Hardcore rollo At the drive-in y desfase marsvoltiano

Alicia Liddell said...

¿Qué hace usted recorriendo mis ciudades anuales? Sólo le ha faltado Módena y Verona.
Sí, Milán es fea, pero fea.
Y sí, la tele italiana es todavía peor que la española, pero cuando uno en esos hoteles del extranjero de fuera coge el canal internacional de TVE le embarga la vergüenza ajena.

Anonymous said...

Tal vez debas volver en verano. La luz todo lo cambia. De todos modos, Milán siempre me pareció una ciudad fea sin verla. Todo lo contrario que Florencia; luminosa y resplandeciente. O al menos, así se ve desde la distancia y con las novelas de Lawrence como referencia. No diré nada de Rimimi ni de Pisa. Sólo que la comida no debe ser tan diferente, más allá del pan y de la variedad de la pasta.

De Venecia diré que es bella. Decadentemente bella. Una bella intemporal aderezada por ratas muertas y olor de cloaca. Nada (ni nadie) es perfecto.

Me alegra tenerle de vuelta, Mycroft. Me alegra leer sus crónicas viajeras tanto tiempo después. La próxima vez apunten al sur. Seguro que lo pasan mejor.

Mañana comento la lista. Tengo cosas que decir y poco tiempo para hacerlo.