Wednesday, October 31, 2007
¿Truco o Trato?
Ya viene siendo habitual, tradicional y entrañable, en Halloween:
Los especiales de El Emperado de los helados y Mad World.
El primero centrado en los psichokillers más cabrones de la historia, y el segundo con su megapost y su estética sanguinariamente currada.
Esta noche, los muertos hablan. Escuchenles.
Pd.La ilustración es del grabador genial Guadalupe Posada, obsesionado por el periodismo de sucesos y las calaveras.
Tuesday, October 30, 2007
Lista Lps
90-La Dama se esconde- Hoy (1993)
Las opiniones sobre el grupo son usualmente antagónicas, y centradas en su etapa de los 80. Un grupo afectado, pretencioso, blando, que facturaron dos singles de pegada (un error de apreciación, Un regalo) y unos discos que sin encajar en los "Nuevos románticos" si entronca con muchos de sus defectos, a nivel de producción y manierismo: siendo más honestos e inteligentes que Duncan Dhu, no convencen.
En cambio este disco endurece un tanto el sonido, le da más cuerpo, y le quita algo de moñería.
89-Silvio Rodríguez- Días y flores (1975)
No soy demasiado fan de Silvio, pero mientras otros cantautores venden sloganes o estereotipos, a Silvio le preocupa la música. Y además ha leído a Brecht y lo ha entendido, o por lo menos no lo ha convertido en algo ridículo e instrumental cuando lo nombra. Además no resulta obvio...porque siendo sinceros...¿De qué coño va la magnífica "Sueño con serpientes"?
88-Antonio Birabent- Anatomía (2000)
Birabent, que lleva la música en las venas, es un letrista muy bueno, que pocas veces me llama la atención en lo musical. Con dos notables excepciones, dos discos clave en que el nivel de producción es sofisticado e inteligente, e integra bases y efectos con lo orgánico, creando climas ensoñadores. Este es uno de esos discos notables.
87-El Niño Gusano- El efecto lupa (1996)
Geniales, si no existieran habría que inventarlos por su singular visión del pop y el surrealismo:
si tuvieras que comerte,
por dónde empezarías,
qué parte comerías
la primera ... la primera ...
si tuvieras que comerte,
qué parte elegirías,
qué parte comerías
la primera ... la primera ...
yo qué he de beber si ya no tengo sed,
la lengua me corté y ahí la tienes a tus pies.
yo qué he de beber si ya no tengo sed,
la lengua me corté y ahí la tienes a tus pies.
86-Lagartija Nick- Su (1995)
Potencia y un aire de autenticidad, de frescura, unión del pop y rock más descarnado, después se les fue la olla con experimentos raros y muchos de sus discos no me intersan lo más mínimo. Pero aquí Arias venía de 091, y creció enteros. La curva de las cosas es un jodido himno.
85-Los Suaves- Suave es la noche (1990) [Compilation]
No he puesto un disco de estudio, porque suenan mal mal mal. Mala producción, carestía de medios, poca economía de limpieza...Por eso el directo si es perfecto, crudo, verdadero, contundente, entrañable. Suaves son un grupo de barrio y lo siguen siendo décadas después, viven la filosofía del rock and roll, y son incorruptibles y pegadizos.
84-Antonio Vega- No me iré mañana (1991)
Pequeñas pinceladas de talento a la deriva. Fragilidad, lírica, y un gusto especial para narrar heridas y desencuentros. Podría haber tocado el cielo, y nos conquista precisamente ese naufragio. No es su mejor disco.
83-Mama'Baker- Lunar (1997)
Hay magia en este grupo de Granada. Emparentado y claro precedente de mis queridos Niños Mutantes, la emoción pura, las letras, el puro carisma, en uno de los grandes desconocidos: Si hubiera justicia, canciones como María, Estrella cometa, o especialmente las de su Lp "El mar de la Intranquilidad" deberían atesorarse como patrimonio nacional.
En Indyrock se hacían eco de cierta frustración: "Estábamos empezando a estar cansados de intentarlo todo y no conseguir casi nada."
Mama Baker en la Wikipedia.
82-Lagartija Nick- El Shock de Leia (2007)
Un retorno a la cordura, y un conjunto de temas con pegada, inteligencia y sobre todo, sin experimentos. Que ya era hora. Carmen Celeste no es solo un pedazo de single aislado. Hay más, como la explosiva "20 versiones". Aquí hay sustancia.
81-Carlos Berlanga- El ángel exterminador (1990)
El instinto para el pop, la elegancia innata, la capacidad irónica de provocar ternura y humor, su certera pasión por escribir las palabras justas, las melodías sinuosas. Berlanga era un maestro y punto.
80-The Sunday Drivers- Little Heart Attacks (2004)
Revivalistas de los 60, un grupo muy pegadizo, con buenas melodías y harmonías, un buen vocalista, y una recuperación estilística de un pop que funciona a varios niveles (como revival, como pop refrescante, como canciones con una pegada más comercial). Su último disco es decepcionante.
Winner
Y la ganadora es Kylie...
No podía ser de otro modo. Aunque me alegra de que ninguna diva se quedara con el marcador a cero.
Good to be here
Time to be alone
I've found a space where I belong
Not succumb to fear
Grace
Hoy cumple años Grace Slick de Jefferson Airplane. Uno comprende que Grace es, en todos los sentidos, símbolo de su época.
De una revolución fracasada, de niños bienintencionados que se rebeleban durante el verano, y volvían al redil con el frío.
El verano del amor fue efímero. Tan efímero, no se sabe si porque acabó el verano, o porque acabó el amor.
Los Jefferson, cargados de buenas intenciones y mejores canciones, parieron el disco "Surrealistic pillow" y el himno somebody to love.
La rapidez en que uno se deja vencer (o convencer: El Che era un frío combatiente con sangre en las manos, Mao y Ho Chi min no eran héroes, debajo de los adoquines de Paris no estaba la playa, no basta con un buen corazón sino que no hay soluciones simples a problemas complejos, el sexo libre acabó en un atolladero sin salida al enfrentarse a instituciones familiares y responsabilidades, antes del Sida incluso, y las drogas pasaron de utilizarse a entregarse uno a tumba abierta...) se refleja en la inocencia un tanto absurda de los rebeldes.
Y luego se extrañan del escepticismo de los 90 y posteriores, de la despolitización y el desengaño. El nihilismo es el único idealismo posible para los que han visto fracasar a sus padres en el intento a jugar a la revolución sin saber realmente las reglas del juego.
Grace evolucionó rápidamente de ser una amazona que gritaba ideales y cambios, a una pop star más, y su grupo, ahora Jefferson Starship, a militar en al AOR más traicionero.
Hoy somebody to love es la canción que canta Carrey cuando se siente solo, y Grace Slick solo es (otra) señora mayor con aire de triste resignación.
Feliz cumpleaños.
1938: El poder de las palabras
Tal día como hoy un jovenzuelo con la sola ayuda de un micrófono tomaba el pelo a todo un país.
Y luego dicen de la radio.
Un poco de convicción, y las masas ciegamente entregan su racionalidad al comunicador.
Se ha producido una revolución copernicana en el concepto de información. Actualmente, la imagen de un acontecimiento (o su descripción) es suficiente para darle todo su significado. (I. Ramonet)
Monday, October 29, 2007
Fe
Oasis fueron la más grande banda de rock del planeta.
Y pueden volver a serlo...
Hoy me pillaré el dvd Lord don't Slow me down. Por si acaso han puesto manos a la obra ya....
Pd.Subtitulado.
Sunday, October 28, 2007
Single de la Semana: The Charlatans
Ya avisaron con un directo brutal en Alaquás. Nos mandaban un mensaje. De jubilación nada. Tim Burguess, recuperado de su pasado de turbulencias (se metía tanta coca que veía fantasmas, y así salió su trabajo en solitario, que parecía coescrito por Chuck Palahniuk), aunque turbulencias poco mediáticas, apostaba por hacer el mejor album de su carrera.
Todos sonreían ante tal vacilada.
Charlatans, grupo imprescindible de engarce entre madchester y el Britpop, tenían galones, leyenda, y discazos, pero se les tiene siempre por segundones.
Y aquí viene el primer golpe de efecto. "You Cross my Path" evidencia que cuando quieren ponen patas arriba la escena, y sacan los colores a las vacas sagradas.
Los Charlatans sacan una canción que nos devuelve toda la épica y la fuerza de un pop británico demasiado refinado hoy en día.
Y sin vivir del cuento de armar ruido como Radiohead.
Han marcado el camino de lo que debería volver a ser Blur. Han gritado espasmódicamente su orgullo herido, quejándose de ser los eternos segundones.
Le han dado, zas en toda la boca, una bofetada a Bloc Party en su propio terreno.
Si you cross my part es una canción representativa del próximo LP, y no un simple fogonazo aislado de talento, nos las prometemos muy felices.
Saturday, October 27, 2007
Ganarse el cielo
Por lo visto, entre los mártires también hay parias. Por lo visto, los muertos en defensa de los valores cristianos se dividen entre los que murieron alineados en el bando correcto y los que no.
La Iglesia es así, hace política a golpe de religión, y religión a golpe de política, y economía a través de ambas.
Parece que si se siguen los mandamientos de Cristo demasiado al pie de la letra, uno es incómodamente radical. Uno es sospechoso. Por cumplir el evangelio mejor que los jerarcas.
Parece que para ganarse el cielo, es mejor callarse ante las injusticias. Ganarse el cielo ayudando a los pobres, desposeídos y desgraciados esta mal visto.
Es mejor ganarlo en el despacho vaticano, cebado todo el año excepto en cuaresma, viendo crecer la podredumbre con una secreta satisfacción: Porque da más fieles que necesitan consuelo, que creen en la otra vida porque en esta ya estan peor que muertos, que siendo desgraciados son vulnerables, y siendo vulnerables, son el rebaño perfecto para el gran Pastor.
Prometamos una vida más allá mientras más acá cerramos los ojos, y enfurezcamonos ante el control de la natalidad y de la enfermedad, porque reduce el número de miserables que son los que nos hacen fuertes.
¿Qué seríamos sin ellos?
¿Que sería esta Iglesia sin sus fuegos que apagar?: Estar en contra de solucionar el problema es lo más inteligente para los que nos venden soluciones imaginarias, misticismos arcaicos, consuelos de feriantes, y caridad en lugar de justicia.
¿Qué serían los mártires, si los juntásemos con la chusma, con los que se mezclan con los pobres, con los justos en definitiva?
No es culpa de los muertos, de los mártires que sin duda merecen ser recordados, que no utilizados, es culpa de los que se erigen en sus intérpretes.
Antoni Llidó Mengual consolaba a sus compañeros presos, cuando él mismo estaba siendo torurado, vejado, electrocutado...
Alrededor del 20 del mismo mes, el sacerdote fue sacado de su celda y del recinto, junto a otros detenidos, con orden de llevar todas sus permanencias. Don Edmundo Lebrecht, en testimonio suscrito en Berlín, señala haber visto y conversado con la víctima durante los días 2 y 3 de octubre de 1974 en el recinto de José Domingo Cañas, enterándose que era sacerdote y que había sido detenido en una parcela de Santiago. Había sido víctima de aplicaciones prolongadas de golpes eléctricos y golpizas de todo tipo mientras permanecía maniatado a un camarote metálico. Por su condición de sacerdote, las torturas de que era objeto, estaban marcadas por el sado-sexualismo. Personalmente lo atendió cuando fue lanzado a la celda, en donde vomitaba y sufría de fuertes estertores producidos por la angustiosa sed que provocan los golpes de corriente.
Nos venden una verdad en la que solo se recuerda aquello que conviene, y denuncian a su vez una ley que si contempla varias visiones, varios bandos, varias realidades.
Pinochet, a ojos de muchos, se ha ganado el cielo. Tuvo que destruir un país para poder "salvarlo". Mientras él y la gente como él ha estado "bajo palio", los muertos han seguido en las cunetas.
Antonio Llidó murió.
No estaría de más que la Iglesia que no movió un dedo ante su encarcelación, tortura, asesinato y ocultación de su cadaver, se acordara de él. Aunque significara la vergüenza de reconocer que no se han acordado hasta el momento presente.
Asociación Cultural Antonio Llidó
Sabado a la noche
"Con treinta francos a la semana podías participar en la vida social del barrio. Los sábados por la noche lo pasábamos muy bien en le pequeño bistrot que había debajo del Hotel des Troix Moineaux.
En la taberna, de suelo de ladrillo y de unos quince metros cuadrados, se amontonaban veinte personas y el aire estaba turbio de humo. El ruido era ensordecedor, porque todo el mundo hablaba en voz alta o cantaba.
Algunas veces era una confusa barahunda de voces; otras todos rompían a cantar la misma canción: La Marsellesa, o la Internacional...
Azaya, una chica del campo, grande y tosca, que trabajaba catorce horas diarias en una fábrica de vidrio, cantaba una canción que decía "Il a perdu ses pantalons, tout en dansant le charleston". Su amiga Marinette, muchacha corsa, delgada, morena, de obstinada virtud, se ataba las rodillas y bailaba la "danse du ventre".
Los viejos Rougiers iban de un lado a otro bebiendo de gorra e intentando contar una larga y complicada historia acerca de alguien que una vez les había estafado con un catre. R, cadavérico y silencioso, permanecía sentado en un rincón, emborrachándose tranquilamente. Charlie, borracho, medio bailaba, medio trastabilleaba de un lado a otro, con un vaso de falsa absenta en equilibrio sobre su rolliza mano, pellizcando los pechos de las mujeres y recitando poesías.
Mientras unos tiraban dardos, otros se jugaban las copas a los dados. Manuel arrastraba a las chicas al bar y les frotaba el cubilete contra su vientre para tener suerte. Madame F. servía en la barra rápidamente chopines de vino a través de un embudo de peltre.
Dos niños, hijos naturales del gran Louis, el albañil, estaban sentados en un rincón compartiendo un vaso de sirop. Todos estábamos muy contentos, convencidos de que este era el mejor de los mundos, y nosotros un conjunto muy notable de personas..."
"Limpiaban la mesa con un trapo, Madame F. sacaba más botellas de vino y más pan, y todos nos poníamos a beber en serio. Había más canciones. Llegaba un cantor ambulante con su guitarra y cantaba por 25 céntimos. Un árabe y una muchacha del bistrot del final de la calle ejecutaban una danza, en que él empuñaba un falo de madera pintada del tamaño de un rodillo.
En el ruido se producían ahora lagunas de silencio. La gente había empezado a hablar de sus asuntos amorosos, de la guerra, de la pesca del barbo en el Sena, de la mejor manera de hacer la revolución.
Charlie, nuevamente sobrio, acaparaba la conversación y hablaba de su alma durante cinco minutos. Se abrían puertas y ventanas para refrescar el ambiente. La calle se iba vaciando y a lo lejos se oía el estrépito del último tranvía que pasaba por el bulevar Saint Michel.
El aire frío nos tocaba la frente y el burdo vino africano tenía todavía buen sabor. Aún estábamos contentos, pero meditativos. El momento de los gritos y las risas había pasado.
A la una ya no estábamos contentos. Sentíamos como iba desvaneciéndose la alegría de la noche y pedíamos urgentemente más botellas, pero Madame F aguaba el vino, que ya no sabía igual. Los hombres se iban poniendo pendencieros. Besaban violentamente a las chicas y les tocaban los pechos, y ellas se marchaban para que no pasaran cosas peores.
El gran Louis, el albañil, estaba borracho y andaba a gatas diciendo que era un perro. Los demás, hartos de él, le daban puntapiés cuando pasaba. La gente se cogía del brazo e iniciaba interminables confesiones y se enfadaban cuando los otros no querían escucharlos. Había menos público. Manuel y otro, ambos jugadores, se iban al bistrot árabe, dónde se jugaba a las cartas hasta el amanecer.
Charlie le pedía de repente prestados a Madame F treinta francos y desaparecía, probablemente hacia un burdel. Los hombres empezaban a vaciar vasos, decían Sieurs dames! y se iban a la cama.
A las dos y media, la última gota de placer se había evaporado, sin dejar otra cosa que dolor de cabeza. Nos dábamos cuenta de que no éramos magníficos, habitantes de un mundo espléndido, sino una masa de obreros mal pagados y deplorablemente borrachos. Seguíamos trasegando vino, pero era sólo por costumbre, y la bebida nos parecía de repente nauseabunda. El suelo se tambaleaba. Teníamos la cabeza como un bombo, y los labios y la lengua teñidos de escarlata. No valía la pena continuar. Algunos salían al patio que había en la parte trasera del bistrot, y vomitaban.
Yo me arrastraba hasta la cama, me tumbaba medio vestido, y dormía diez horas.
La mayor parte de los sábados por la noche eran así. En general, las dos horas en que uno se sentía perfecta y brutalmente feliz, merecían el dolor de cabeza. Para muchos hombres del barrio, solteros y sin futuro, la juerga semanal era lo único que hacía que la vida mereciera la pena de ser vivida."
(George Orwell, Sin blanca en París y Londres)
Today she's been working, she's been talking, she's been smoking,
but it'll be alright,
Cos tonight we'll go dancing, we'll go laughing, we'll get car sick,
and it'll be okay like everyone says, it'll be alright and ever so nice,
We're going out tonight, out and about tonight.
Oh, whatever makes her happy on a Saturday night,
Oh whatever makes her happy, whatever makes it alright.
Wednesday, October 24, 2007
Batalla de Divas
Esta semana, aprovechando el regreso discográfico de algunas mujeres sublimes, se establece una votación en Micronesia: Vote a su diva preferida.
No solo entrando a valorar su belleza (en ocasiones marchita ya, o peculiar y oscura), sino su nuevo trabajo, su trayectoria, y su lugar en nuestra mitomanía.
Si fuera un combate por parejas, sería de las viejas rockeras que siguen en pie y se muestran feroces y auténticas, contra las starlettes del pop y el cabaret, del house, y el naif, con sus lencerías delicadas y su gesto pícaro.
1-Kylie Minogue: Saca nuevo single. A Favor, que lo ha pasado mal, el elemento trágico y romántico, la mitomanía adolescente, y que nos sigue poniendo.
2-Vanessa Paradis: Ha sacado un disco delicioso de pop francés del de toda la vida, su primer gran disco. Se le ha pasado el arroz un poco en lo musical (ya tardaba en sacar un Lp que fuese más allá del single gancho)
3-Siouxsie: Uno de los mejores discos del año. Su facha, ya intimidatoria cuando era de la troupe de los Pistols, la pone en desventaja, pero su trayectoria musical es la más sólida de la remesa. Vuelve a lo grande.
4-Debbie Harry: Ajada, su single es un remake (cojonudo) de la canción "Maria". El disco es irregular, muy largo, algo errático. Pero ella es Blondie, sigue siendo la rubia de oro. Aunque esté más cerca ahora de las chicas de oro.
Monday, October 22, 2007
Metáfora Política III : Mártires del compás (de espera)
"Necesitamos la mano de Dios porque sufrimos una gran riada de laicismo radical y beligerante que pretende inundarlo todo (...). Se trata ahora de echar a Dios de la vida pública, se debilita la estructura familiar de la sociedad, se rechaza la Ley Natural como fundamento y garantía de la dignidad de las personas. Cada vez nos resulta más difícil distinguir el bien del mal y somos incapaces de educar a las jóvenes generaciones (...). Poderosas fuerzas se han desatado sobre la sociedad de nuestro tiempo, como las aguas del Turia en 1957, que pretenden inundarlo todo (...). No podemos permanecer indiferentes».
Cardenal García Gascó
Jesucristo, un simple funcionario de la teología, sin voz ni voto, que hoy no haría carrera en la Iglesia, decía aquello de "al césar lo que es del césar, a Dios lo que es de Dios".
No podemos permanecer indiferentes, dice García Gascó.
Pero si podemos permanecer indiferentes al Sida.
Indiferentes a la pobreza.
Indiferentes a la tolerancia de otras ideologías, de otras religiones.
Indiferentes a las injusticias.
Dice Justo Serna, columnista: Los clérigos no tienen derecho a convertirse en jueces de quienes no formamos su rebaño, no tienen derecho a dictaminar sobre lo que creemos quienes no creemos y no tienen derecho a imponernos sus metáforas.
Mientras tanto, en el consistorio se planeba destruir las fosas del cementerio, donde descansan sin identificar los muertos de segunda.
En cambio mediante ciertas prevendas, se cede un espacio de la ciudad histórico y simbólico, para que se construya una Iglesia a ciertos Mártires. Los muertos VIP que si merecen recordarse, porque los otros si estan en un agujero, seguramente lo merecerían.
Ni siquiera todos los mártires. Solo unos pocos. Los que no son incómodos, como Antoni Llidó, religioso valenciano asesinado en el Chile de Pinochet.
Metáfora Política II: Todo cambia para seguir igual
Antonio Vallejo Nágera (psicólogo franquista): "las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya las habíamos expuesto anteriormente. La segregación de estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible."
Y todo con la máxima placidez: La placidez y el silencio de los muertos.
"De vegades la pau fa gust de mort".
Metáfora Política I: La extraña familia
Dos hombres que se odiaban entre sí navegaban en la misma nave, uno sentado en la proa y otro en la popa. Surgió una tempestad, y hallándose el barco a punto de hundirse, el hombre que estaba en la popa preguntó al piloto que cuál era la parte de la nave que se hundiría primero.
-La proa - dijo el piloto.
-Entonces repuso este hombre - no espero la muerte con tristeza, porque veré a mi enemigo morir antes que yo.
Friday, October 19, 2007
Ternura
"Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando fumaba. Pero en mis Brazos era siempre Lolita"
(Vladimir Nabokov, Lolita)
Desperté en una cama ajena. Bueno, era la mía pero la sentía extraña.
Una sombra de mujer se recortaba contra la ventana, en medio del humo. Una desconocida palpitante, un cuerpo del delito que latía y había sido presa de una sudorosa acometida.
A veces pienso que tan solo trato de probarme a mi mismo. Es una cuestión de tozudez.
Ella, desconocida, miraba las piedras pintadas con nombres de guerra, los muros de un colegio de barrio, un solar destartalado en el que mi niñez había muerto no de repente, sino languideciendo.
Un agónico suicidio de la inocencia, porque la inocencia no produce dolor, y el dolor es el único indicio que tengo de tener corazón.
Era un instante perfecto. No porque yo fuese un enamorado atolondrado contemplando al objeto de su pasión (y en esos casos objeto es una palabra más que adecuada).
Ni siquiera un guerrero que contempla las murallas derrumbadas de una ciudad conquistada y a sus pies.
Era ese un momento de intimidad extrema, pero con ella de espaldas a mi. Podía compartir ese momento, atesorarlo para siempre, sin tener que enfrentarme a sus ojos, sin tener que reconocer la futilidad de todo.
A veces las cosas son así, amamos más nuestras cobardías que nuestro valor.
Afuera las luces de un coche buscando aparcamiento iluminaban la calle. Ella estaba desnuda, y era más bella ahora que no la deseaba.
Cuando se giró, el momento había pasado, y todo había concluido.
Le dije que se fuera tratando de ser solo lo suficientemente grosero como para dejar claro que no ibamos a desayunar juntos, que no iba a cogerla de la mano, que no iba a volver a verla.
Creo que no medí mis palabras, porque me tiró un zapato a la cara. Pero se fue.
Tras todos los roces, posturas, extrema ansiedad satisfecha por sacudidas y besos falsos, por pieles entrelazadas en un sortilegio de lujuria, aburrimiento, soledad, todo eso era ahora el silencio de dos individuos desconocidos, en una habitación vacía, en una noche de verano.
A veces solo follamos para estar menos solos. Al final, solo queda la sensación de que el reloj se detuvo con las caricias, el sonido de unas olas de mar que no existen, tras los azules ojos de una chica que convenciste representando un papel que no era el tuyo, solo porque estabas rabioso y querías desquitarte.
Hoy me encontré con la hermana de Isabel Sort.
Supongo que empezó ahí la noche: La imposibilidad de alcanzar un antiguo (y vacío) sueño me movió para tratar de encontrar un sucedáneo no menos vacío, pero al menos tangible.
Literalmente me había impactado ese encuentro, he sentido su figura tatuándose en mi retina, serigrafiándose en el fondo de mi hipotálamo.
La dulce y juvenil promesa de su cuerpo ha devenido en un laberinto de turgencias insospechadas.
Ahora impresiona, como una estatua de alucinantes contornos y rostro iluminado, ojos de animal feroz, claros arroyos de agua que te devuleven la mirada, una belleza baudelariana (y uso ese adjetivo porque me encanta su sonido. Y porque me sale de los cojones. Por cierto la actividad de impúdicos jugos, insensata y vehemente, se aceleró en su producción de aguada munición)
La hermana pequeña, cuyos ojos tienen un brillo caprichoso, esmaltados en un color todavía por descubrir, se movía con la suave firmeza de la mujer que se sabe siempre el centro de atención, oscureciendo sus iris irreductibles con una mirada de resuelta vanidad, o de vanidosa resolución.
Aquellos asombrosos labios hechos de nubes marmóreas, con formas de hojas, jamás inquirieron una pregunta (¿Por qué? Nada que cuestionar a un mundo que la observa embobado). Era la esfinge sin secreto de Wilde.
No era una chica superficial, sino un puro arquetipo de superficialidad pura, superficialidad hecha carne (voluptuosa carne. Era más cosas hechas carne, y algunas mejor no sacarlas a relucir: Dejémoslas en la caja de pandora de mis más húmedas fantasías y echemos la llave al retrete).
Apenas me dirigió una mirada por encima del hombro, y eso que estaba al otro lado de la calle. Sabía quién era yo, o pretendía ser, al menos desde aquella noche etílica en que me encontré con su hermana y con ella en una discoteca, el el cumpleaños de alguien.
Había ingerido litros y litros de algo que parecía ser aceite para motores con cola, y andaba esparciendo discursos incoherentes, trompicones, tropiezos, botes, bailes funkys para los que no era apto, e intentos de escalar los muros del recinto, escapar por los conductos del aire acondicionado, y salir volando hacia la luna para establecer embajada con los selenitas. Así estaba de borracho. Me caí dos veces por las escaleras, y eso que me sujetaban entre cinco.
El caso es que apenas recuerdo hablar cinco minutos con las hermanas. Pero fuentes más fiables establecen una cronología distinta, que indica que estuve media hora comiéndole la oreja a Isabel (no sé que podría decirle) y otra con el baile de San Vito, en plena danza ritual de cortejo.
Aquella noche acabé en la playa de la Malvarrosa (era invierno) haciendo castillos de arena, tumbado mirando las estrellas, y soñando con un dúplex (y no precisamente en la avenida de Francia).
El día después ni siquiera saludé a Isabel en la facultad.
Os cuento esto para que os hagais una idea acerca de mi relación con el objeto de deseo en cuestión.
Estaba elucubrando, cuando me dí cuenta de que había variado mi rumbo y caminaba detrás de la chica en cuestión. Como un depravado cualquiera observando el movimiento esférico, circular, gravitacional, de su inminente trasero. Inminente porque ella paró en seco, y me ví casi precipitado a chocar con él.
Se dió la vuelta y dijo:
-¿Te conozco?
-Si-dije yo. Y se produjo un silencio incómodo.- Soy compañero de instituto de tu hermana.
-Ah, ya decía yo. ¿Qué tal?- Dijo con una voz cuyo tono no sabría definir. Una especie de cinta pregrabada de cortesía social. Un contestador humano.
-Perfectamente, he acabado los estudios. A ver si saludas de mi parte a Isa.-Sonreí con cinismo. Visualicé mi mano recorriendo su cuerpo, alzando la falda, leve tela ligera, y apoyando su cuerpo contra la pared. Pero no tenía gracia. Era como en Scarface: ¿Que sentido tenía tirarse a alguien así? Era como hacerse una paja. Nunca lo entendí.
En el bar de al lado sonaba "Never Let me down again". Me despedí, y cuando se dió la vuelta, dije algo abiertamente grosero en voz alta. Se acercó a mi, con su rostro súbitamente lleno de determinación, y me cruzó la cara.
Me retiré del escenario del crimen con una mueca que escondía en realidad una sonrisa.
No sé por qué dije aquello.
Miento, si lo sé.
Una bofetada es, al menos, y como mínimo, una caricia que duele.
La verdad es que estaba enfadado conmigo mismo por mi debilidad.
En aquellos tiempos me levantaba cada día temprano para buscar empleo. Tras media hora en la biblioteca ojeando las ofertas en la prensa (Se necesita economista con experiencia internacional para puesto de friegaplatos) y alguna inusual visita al SERVEF, tenía varias opciones y la peor de ellas no era callejear y beber heinekens a euro la pieza.
En un oscuro local, un bunker de tinieblas con una estética a lo Tobe Hooper, consumía las mañanas de mi vacía y obsoleta vida de parásito.
Aquel día estaba algo dolido, y cuando entré el doctor Nick Riviera (no se llamaba así, pero su impericia era legendaria ya en la ciudad) lo notó.
Me llevó por una senda de cristales rotos, hielos, vasos, pintas, locales a media luz durante toda una tarde, procurando mantenerme tan fuera de mi que mi ser se extinguía y surgía simplemente una sed, una sed mortal pero reconfortante, la sed que necesitaba para seguir en pie, sed de hermanas pequeñas, sed de inalcanzables desvaríos y fantasías, sed de imagenes que prometen y prometen desde su imposibilidad de hacerse reales.
Eso es un amigo. Alguien que calma el dolor con otra clase de dolor.
El día era una montaña rusa, y en plena bajada me había convertido en un vampiro. Cuando encontré un cuello que besar, un cuello que calmara mi sed, me aferre a él con mis colmillos, y fingí ser quién no era.
Eso me condujo a un instante frente a una ventana, a un jadeo ahogado, a un violento y melancólico polvo de borracho.
Pero ella no era más que sombra frente a la ventana.
Thursday, October 18, 2007
Lista
95- Doctor Divago- Un minuto antes de la realidad (2003)
Para las pocas bandas de Valencia que valen la pena, en cuanto sale una, hay que darle apoyo. Doctor Divago es paradimática de la escena valenciana: Una banda muy longeva, extremadamente profesional en sus directos, currándoselo a base de conciertos, pero con discos muy irregulares.
En tantos años de carrera, este es el de mejor nivel medio, Tirando a dar es realmente buena.
94-La Costa Brava-Déjese querer por una loca (2003)
Y ya lo dejo. Prometido. Típico disco que no es realmente tan bueno, o ni siquiera bueno, pero que tiene unas pocas canciones excepcionales. La versión de Flaming Lips es perfecta (Dos Científicos), Hazte camarera es la mejor canción veraniega que he oído.
93-Deluxe- Not What You Had Thought (2001)
Aquí, el pobre infeliz venía de Elefant band, tenía su corazoncito mod, se fijaba en Paul Weller, Ocean Colour Scene, y cía, y, en general no lo hacía mal.
Si funciona, no lo jodas hombre.
Con I'll see you in London parecía un buen imitador de The Smiths.
Ahora parece Duncan Dhu.
92-Radio Futura- La canción de Juan Perro (1987)
A servidor los inventos de Auserón y cía no le emocionan mucho. Un primer disco frío y arisco con un gran single (Estatua del jardín botánico) y una trayectoria coherente, pero mitificada.
Creo que es un grupo con una fuerte personalidad, pero víctima hoy en día de unas producciones que huelen bastante a naftalina, y un afán de indagación y de mezcla en ocasiones valioso, pero que chirría.
Ni soy amigo de Juan Perro-Auserón, ni un entusiasta, pero sería estupidez negar sus múltiples aciertos, su honesto interés (no estaban en venta, como Los Burros) y su lírica engañosamente sencilla, fresca, pero trabajada. Tal vez demasiado.
91-El Hombre Burbuja- La paz está en las matemáticas (2002)
Una propuesta personal, arriesgada, experimentando texturas. El grupo de Julio de la Rosa es diferente y se nota en cada compás, en cada sonido, en cada atmósfera.
Un disco como cualquier otro de los suyos, cualquiera se hubiera podido colar.
En común con Mercromina una manera de entender el pop sin límites, clichés ni prejuicios.
Bonus track: Es de su disco anterior que no me gusta tanto, pero no me resisto a incluir "Mi Rulot and I" de El Hombre burbuja. Un clásico.
Tuesday, October 16, 2007
Prueba Un Cuchillo sin filo
Hay veces en que todo se conjura a favor. Una tarde de lluvia, una biblioteca en la que fallan los neones, penumbra, las gotas golpeando el techo, y una fuerza magnética que nos lleva a coger una antología de cuentos, de los que como no, mirando el índice, nos llama la atención uno de Harlan Ellison.
Después, buscándolo por la red, me encuentro con un delicioso blog de cuentos cortos, con Ray Bradbury y Fredric Brown de autores estrella, que hará las delicias de cualquier aficionado en tardes como la de hoy.
Terror Fan
El cuento en cuestión es magnífico. Pero claro, Ellison suele escribir así de bien o mejor de un modo inexorable...
Prueba Un Cuchillo sin filo
Había pachanga aquella noche en La Cueva. Tres animadas bandas tocaban a la vez, y ante cada una de ellas una rolliza «mamá» meneaba las carnes y gritaba: «¡Vaya!» El ruido era casi visible en aquel maremagno de trajes plateados y bocinas discordantes. El sonido se expandía denso como la bruma ciudadana y penetrante como el hedor de una mofeta. La oscuridad quedaba punteada a veces con los destellos metálicos provenientes de una boca abierta que mostraba un puente de oro o profería una palabrota.
Eddie Burma entró tambaleándose, se apoyó contra una pared y sintió el dolor tan espeso como un trozo de algodón en la garganta.
La profunda y dolorosa herida sangraba lentamente en su costado derecho. La sangre había comenzado a coagularse. Desprendió la camisa que tenía pegada a la carne. Pudo observar que ya no sangraba. No obstante, se encontraba en un apuro, ésa era la verdad. Nadie que hubiera recibido un tajo como aquél podía dejar de hallarse en un serio aprieto.
Y en alguna parte, allí fuera, en la noche, ellos avanzaban hacia él, venían a él. Tenía que librarse de aquello. Alguien debía ayudarle. ¿Pero quién? Alguien lo haría. Porque sólo ahora, después de quince años de haberle estado ocurriendo todo aquello, Eddie Burma se daba cuenta al fin de lo que había pasado..., de lo que le estaban haciendo..., de lo que ciertamente iban a hacerle.
Bajó poco menos que cayéndose el corto trecho de escalones, e inmediatamente se vio sumergido en el humo y el olor de las sombras que se retorcían. Era un humo étnico. Olores portorriqueños, exuberantes sombras de otros países. Lo sentía hondamente. Incluso con las fuerzas a punto de abandonarle, Eddie percibía con intensidad todo aquello.
Ese fue siempre el mayor problema de Eddie Burma, que era un hipersensible. Sentía el mundo en lo más hondo de su ser, a un nivel que la mayoría ni siquiera sabía que existiera. Una de sus dificultades eran los vínculos que le relacionaban con los demás. Incluso allí, en aquella sala de fiestas del suburbio, donde la intensidad del gozo sustituía al atractivo y a la torpeza frívola de las boîtes del centro de la ciudad; allí donde nadie le conocía y por consiguiente nadie podía dañarle, aun allí sentía el pulso vital del mundo latiendo en su interior. Entonces notó de nuevo el calor de la sangre.
Se abrió paso entre los concurrentes en busca de una cabina telefónica, de un excusado, de cualquier lugar donde pudiera esconderse, o de la persona o personas desconocidas que pudieran salvarle de la oscura noche del alma que caía sobre él inexorablemente.
Detuvo a un camarero con bigotes a lo Pancho Villa, sucio delantal y bandeja con cañas de cerveza.
—Eh, ¿dónde queda el gabinetto? —le preguntó en mal español, con palabras que parecían resbalar en su propia sangre.
El camarero puertorriqueño le miró con aire de extrañeza. No le había entendido.
—¿Perdón? —dijo.
—Pregunto por los servicios, amigo. Me estoy desangrando.
—¡Ah, el excusado!... —dijo el hombre, comprendiendo al fin.
Eddie Burma le dio unos golpecitos en el brazo con el dedo y siguió adelante. Casi se cayó contra una mesa ante la cual se hallaban un hombre y dos mujeres, en la semioscuridad.
Encontró la puerta de los servicios y entró. Una especie de «extra» de una película cubana de Superman se encontraba allí peinándose el largo y aceitoso cabello delante del cristal de un recargado tocador. Echó a Eddie Burma una mirada y luego siguió ocupado en la topografía de su peinado. Eddie pasó junto a él y se introdujo en el primer excusado que halló. Una vez dentro, corrió el pestillo y tomó asiento pesadamente sobre el inodoro sin tapa. Se sacó la camisa por fuera del pantalón y la desabrochó. De nuevo estaba pegada a la piel. Tiró de ella suavemente y cedió con el sonido del fango aplastado bajo los pies. La herida del cuchillo iba desde la parte inferior del pezón izquierdo hasta la cintura. Era profunda. Eddie se hallaba metido en un atolladero.
Eddie Burma se puso de nuevo en pie y colgó la camisa del gancho que había detrás de la puerta. Luego sacó una buena cantidad de papel higiénico del grisáceo rollo, hizo con él una bola, lo sumergió en el agua del inodoro y procedió a limpiar la herida. Limpió hondo, muy hondo.
Le sobrecogió un vahído y tuvo que volver a sentarse. Extraños pensamientos le dominaron, y dejó que su mente divagase.
«Esta mañana, cuando salí por la puerta delantera, había rosas amarillas en los macizos. Aquello me sorprendió. Me olvidé de cortarlas el otoño pasado, y pensé que en las retorcidas extremidades de las ramas (aún allí, muertas como un reproche a mi negligencia) jamás volverían a brotar flores. Pero cuando salí para recoger el periódico, allí estaban las rosas. De un amarillo pleno y luminoso, como el plumaje de un canario, parecía que respirasen húmeda y suavemente.
»Aquello me hizo sonreír, y bajé los escalones hasta el primer rellano para recoger el diario. El sector de estacionamiento estaba otra vez cubierto de hojas de eucaliptos, pero lo cierto es que ello proporcionaba, sobre todo aquella mañana, un aire festivo y más vivaz a la pequeña zona privada que rodeaba mi apartada casa de las colinas.
»Por segunda vez, y sin razón aparente, me encontré sonriendo. Aquél iba a ser un día propicio, y creí que todos los problemas que me afligían, todos los asuntos diversos que me preocupaban (Alice, Burt y Linda: la de la falda de la colina, y todos los lisiados emocionales que acudían en busca de mí ayuda) se solucionarían, y que todos estaríamos sonriendo al terminar el día. Si esto no ocurría hoy, con seguridad ocurriría el lunes o el martes, a más tardar.
»Recogí el periódico, le quité la gomita que lo sujetaba y la arrojé al gran cubo de la basura situado al pie de la escalera. Luego volví a ascender hacia la casa mientras aspiraba el aire matinal. Desplegué el periódico mientras ascendía, y de pronto, con la violencia de un choque en una autopista, la tranquilidad matutina se esfumó a mi alrededor. Me detuve con la pierna flexionada en el aire, a punto de subir un escalón, y mis ojos se nublaron ligeramente, igual que si no hubiese dormido lo suficiente la noche anterior. Pero sí, había dormido perfectamente. El titular decía: SE ENCUENTRA A EDWARD BURMA ASESINADO.
»Pero..., ¡si yo era Eddie Burma!»
Eddie volvió de sus recuerdos de rosas amarillas y metales retorcidos en una autopista, y se encontró inclinado hacia un lado, apoyada la cabeza en la madera del excusado y con los brazos colgando a los costados del inodoro. La sangre corría hasta el cinto del pantalón. Sentía muy pesada la cabeza y un dolor ardiente en el costado, un dolor palpitante, que percutía y martilleaba con una regularidad estremecedora. No podía seguir allí sentado, sin hacer nada, tan sólo esperando.
Esperando a la muerte, o esperando a que ellos le encontrasen.
Sabía que iban a hallarle. Lo sabía muy bien.
El teléfono. Debería llamar...
No tenía idea de la persona a quien podía llamar, pero alguien habría. Alguien habría que le comprendiese, que acudiera con presteza y le salvara. Alguien que ni tomara lo que quedase de él, como harían los otros.
Ellos no necesitaban cuchillos.
¡Qué extraño resultaba que ella, la menuda rubia de ojos pequeños y oscuros no se hubiera dado cuenta de eso! O tal vez lo había comprendido, y quizá el frenesí del momento la dominó, y no quiso nutrirse poco a poco, como lo habían hecho los demás. Ella le infirió el corte. Hizo lo mismo que los otros, pero directamente, sin rodeos.
Su hoja era muy afilada. Los demás utilizaban instrumentos más siniestros, mucho más sutiles. Eddie sintió deseos de decirle: «Usa un cuchillo sin filo». Pero ella parecía estar muy necesitada, demasiado ansiosa, y no le hubiera escuchado.
Se puso en pie trabajosamente y se puso la camisa. Sufría al hacerlo. La camisa estaba empapada con su sangre. Apenas si podía mantenerse derecho.
Arrastrando un pie tras otro, abandonó el excusado y salió de nuevo al recinto de La Cueva. La música de Mamacita Lisa retumbó en sus oídos cruelmente. Se arrimó a una pared y sólo vio sombras que se movían, que se movían incansables en la oscuridad. ¿Estarían ya ellos allí fuera? No, aún no. No irían a buscarle allí, pues no era conocido aquel lugar. Y su organismo era más débil conforme se iba muriendo, de modo que ninguno de los que allí se amontonaban acudiría a él para satisfacer una imperiosa necesidad. Nadie podría creer en la posibilidad de beber de aquel hombre debilitado, que se apoyaba contra una pared.
Eddie vio una cabina telefónica cerca de la entrada de la cocina, y se abrió paso hasta allí. Una muchacha de largo cabello y ojos de mirada obsesiva le observó cuando pasaba e intentó decirle algo. Pero él reunió las fuerzas suficientes para hacerse el desentendido antes que ella pudiera decirle que estaba encinta y no sabía dónde se hallaba el padre, o que padecía tuberculosis y no tenía dinero para el médico, o que echaba de menos a su madre, que había quedado en San Juan. No se sentía capaz de soportar más sufrimientos, no podía aguantar más el dolor, no podía dejar que otros bebiesen de él. Apenas si le quedaba algo de sí para su propia supervivencia.
«Mis dedos —pensó mientras avanzaba— están cubiertos con las cicatrices de las gentes que he tocado. Mi carne se acuerda de esos contactos. A veces siento como si llevara en las manos unos fuertes guantes de lana, a tal punto es claro el recuerdo de todas esas sensaciones. Eso parece aislarme, sepa¬rarme de la humanidad. No a la humanidad de mí, bien lo sabe Dios, pues ellos llegan a mí constantemente y sin dificultad, sino a mí de la humanidad. Soy capaz de dejar de lavarme las manos durante muchos días, sólo con el fin de conservar esas capas de contactos, para evitar que se las lleven el agua y el jabón. Los rostros, las voces y el olor de las gentes que conocí ya desaparecieron de mi memoria, pero mis manos todavía los recuerdan. Capa tras capa de manos que tocaron las mías. ¿Puede ser esto sensato? No lo sé. Tendré que pensar en ello muy a fondo cuando tenga tiempo, si es que alguna vez llego a tener tiempo.»
Eddie llegó hasta la cabina telefónica. Después de mucho hurgar en sus bolsillos pudo sacar una moneda. Era una moneda grande y sólo necesitaba una pequeña. No podía volver allá atrás, pues nunca tendría fuerzas para regresar. Utilizó la moneda que disponía y marcó el número de un hombre en quien confiaba, un hombre que podía ayudarle. Había recordado a ese hombre ahora, y sabía que era su única salvación.
Recordaba haberlo visto durante una asamblea religiosa en Georgia, en una especie de circo teológico donde se gritaba y proferían aleluyas que sonaban algo así como ¡A! ¡L! ¡E! ¡L! ¡U! ¡Y! ¡A!, tal era su vehemencia; donde rostros oscuros y blancos gesticulaban frente a un altar. Recordó al hombre, que estaba en mangas de camisa exhortando a la multitud, y nuevamente escuchó el mensaje espiritual que brotaba de su discurso.
—¡Acudan al Señor, antes que él acuda a ustedes! No sufran en silencio con vuestros pecados. Líbrense de esa carga, pónganla en vuestras manos y entréguenmela a mí. Entréguenme toda la fealdad y la suciedad de vuestras almas, y yo sabré lavarlas con la sangre del Cordero, con la sangre del Señor, con la sangre de la verdad de la Palabra. No hay otro camino, no hay día de resurrección si no se purgan los pecados, si no limpian su espíritu. Yo puedo soportar todo el dolor que hierve en el fondo de vuestros cuerpos. Escúchenme. Amado Dios, haz que ellos me escuchen. Yo seré vuestra boca, vuestra lengua, vuestra garganta, la trompeta que proclame vuestra liberación a los cielos. Maldad y bondad, angustia y pena, todo ello será mío. Yo puedo soportarlo, yo puedo sufrirlo, yo puedo expulsarlo de vuestra mente, de vuestra alma, de vuestro cuerpo. Este es el lugar, y aquí me tienen. Cuéntenme vuestros sufrimientos. Cristo los conoció, Dios los conoce, yo los conozco y ahora ustedes mismos deben conocerlos. Con cemento y ladrillos han alzado el muro de vuestras penas. Déjenme que las conozca todas. Déjenme que derribe esa pared y penetre en vuestras mentes; déjenme que cargue con vuestras culpas. ¡Yo soy la fuerza! ¡Yo soy el manantial!... ¡Vengan a beber de mi vitalidad!
Y la gente corrió hacia él. Todos encima de él, como hormigas comiendo de un animal muerto. Luego el recuerdo se esfumó. La imagen de la asamblea religiosa se disolvió entre otras imágenes de animales salvajes devorando sus presas, de bandadas de buitres que descendían sobre cuerpos caídos, de pececillos que desgarraban con sus agudos dientes una víctima indefensa, de manos y más manos, de dientes que se hundían en el músculo sangrante.
El teléfono dio la señal de ocupado.
Al rato dio ocupado nuevamente.
Estuvo marcando el mismo número durante casi una hora, y siempre recibió la señal de ocupado. Algunos clientes de rostro sudoroso intentaron hablar por teléfono, pero Eddie Burma les gritó que lo dejasen tranquilo, que era un asunto de vida o muerte el que consiguiera comunicarse. Los jóvenes se fueron con sus parejas, echándole maldiciones. Pero la línea seguía ocupada. Entonces miró el número de la cabina y se dio cuenta que había estado marcando continuamente ese número. Y que por eso la línea estaba y estaría siempre ocupada. Y que el odio que sentía contra el hombre al cual intentaba llamar y no contestaba era un odio que sentía contra sí mismo.
En ese instante recordó quién era el hombre que había hablado en la asamblea religiosa. Recordó haberle visto saltar de entre el auditorio al estrado para pedir a todos los que sufrían que pusieran fin a su dolor bebiendo de su propia esencia. Lo recordó y el miedo fue aún mayor de lo que podía imaginar. Huyó hacia los servicios, para esperar a que le encontrasen.
Eddie Burma se escondía en las letrinas de un sitio recóndito y oscuro, en el inframundo de un universo que le había apartado de la realidad. Pero Eddie Burma era una persona. Tenía sustancia y entidad corpórea. En un mundo de sombras ambulantes, de zombies que alentaban y de ojos siniestros como la carne fría y muerta de la luna, Eddie Burma era una persona concreta. Había nacido con la capacidad de pertenecer a su época, con ese impulso natural que algunos llaman Gracia de Dios y otros afectividad. Él lo sentía todo hondamente. Se movía por todo el mundo, y tocaba, y era tocado.
La suya era una existencia condenada, no sólo porque era extravertido y gregario, sino porque era realmente inteligente, ingenioso, estaba dotado de humor y comprensión para los demás. Por este motivo había pasado a través de una serie de etapas de exhibicionismo y presunción, hasta alcanzar un estado en el que su verdadero sentido de la realidad quedaba asegurado. Cuando entraba en una estancia la gente se daba cuenta. Él tenía un rostro. No era una imagen ni una vida ficticia lo que mostraba cuando trataba con la gente, sino una genuina realidad. Él era Eddie Burma, precisamente Eddie Burma, y no podían confundirle con nadie más. Era una de esas personas que siempre se recuerdan. La clase de gente de la que hablan los que carecen de vida propia. A veces escuchaba al pasar algunas conversaciones: «¿Sabes lo que dijo Eddie?» O bien: «¿No te has enterado de lo que hizo Eddie?» Nunca había confusión alguna acerca de la persona de quien se hablaba.
Eddie Burma era una personalidad excepcional en un mundo donde la mayoría de las personas carecían de individualidad, personalidad y existencia propia.
Pero el precio que pagó fue el de la perdición. Pues aquellos que nada tenían acudieron a él, y como seres nocturnos se nutrieron sin reparos de su ser. Y bebieron de él. Eran los succubus que le despojaban de su energía psíquica. Eddie Burma, no obstante, siempre tenía algo más que dar. Aunque parecía un pozo sin fondo, lo cierto es que había llegado a ese fondo. En suma, todos aquellos cuyas cuitas había soportado, todos los derrotados cuyas vidas trató de organizar, todos los que reptaban fuera de las cenizas de su existencia, todos ellos se habían llevado cada uno su parte.
Eddie Burma avanzó trastabillando a través de los últimos momentos de su realidad, con el manantial de su ser casi totalmente agotado. Esperaba a que ellos llegasen, con todos sus problemas, con todos sus sufrimientos; les esperaba para que acabasen con él.
«Vivo en un mundo hambriento», se dijo Eddie Burma, dándose cuenta, al fin, de la verdad.
—¡Eh, oiga! ¡Salga de una vez de ahí!
La voz sonora y los estrepitosos golpes resonaron a un tiempo en la puerta del excusado.
Eddie se levantó temblando y descorrió el pestillo esperando que fueran ellos. Pero se trataba tan sólo de uno de los clientes de La Cueva, que sin duda tenía prisa por librarse de algún vino barato. Eddie salió tambaleándose del excusado y casi cayó en brazos del que aguardaba. Cuando el rechoncho puertorriqueño vio la sangre y la palidez del rostro de Eddie, se suavizaron sus modales.
—¡Eh...! ¿Se encuentra usted bien?
Eddie Burma le sonrió, le dio las gracias en voz baja y abandonó los servicios. La sala de fiestas aún estaba animada y llena de gritos. Eddie se dijo de pronto que ellos no debían encontrarle en aquel grato lugar, donde todo el mundo se divertía y vivía intensamente. No debía permitir que lo hallasen en aquel sitio porque para ellos habría sido una ocasión espléndida, y habrían dejado La Cueva tan exangüe como lo estaba él mismo.
Encontró una puerta trasera y salió hacia la noche sin luna de la ciudad, tan extraño y solitario como el morador de una caverna situada a diez kilómetros por debajo de la curvatura de otra dimensión. Aquella calleja, aquella ciudad, aquella noche, bien pudiera haber estado en Transilvania, o en la cara oculta de la Luna, en el fondo de los abismos marítimos. Avanzó con paso vacilante calle abajo, pensando...
«Ellos no tienen vida propia.
»¡Ah, este mundo emponzoñado, que ahora conozco tan bien! Ellos sólo poseen la sombría imagen de su existencia, carecen de vida real, como las estrellas de cine, los héroes de novela. Por eso me piden prestado y nunca me devuelven nada, y ni intentan hacerlo. Me piden y se llevan lo mejor que poseo: mi vida. Saltan hacia mí y arrancan pedazos de mi ser. Yo soy la seta que Alice encontró y que llevaba escrita con roja sangre en el sombrerete: CÓMEME. Son súcubos que me desangran, que sorben mi alma. A veces siento deseos de buscar algún pozo místico donde poder cargar y revitalizar de nuevo mi personalidad. Estoy cansado. Muy cansado...
»Hay gentes que habitan en esta ciudad y que caminan gracias a la energía vital que han arrebatado a Eddie. Se mueven de un sitio a otro con sonrisas como se ofrece una chaqueta vieja a un pariente pobre; con ademanes y gestos, y simpáticas observaciones que son todos míos, que ellos han calcado de mí. Soy como los trocitos de un rompecabezas, y ellos están constantemente robándome alguna pieza. Ahora ya no soy nadie, estoy incompleto, me siento incapaz de conservar un aire coherente, tanto es lo que me han arrebatado.»
Habían llegado a su fiesta, todos ellos, sus conocidos. Los mismos a los que él llamaba sus amigos, quienes le consideraban como un brujo, como su gurú, como su psiquiatra, como su muro de los lamentos, como su padre confesor, como su vertedero personal de enfermedades, de temores y resentimientos. Alice, que temía a los hombres y halló en Eddie Burma la última prueba que no todos los varones eran como animales. Burt, el chico de los recados del supermercado, que tartamudeaba al hablar y se sentía tan desdeñado como sólo puede sentirse un ser humano. Linda, que vivía colina abajo y que había encontrado en Eddie Burma un lúcido intelectual, una persona a la que podía explicar sus teorías sobre el universo. Sid, que era un fracasado a sus cincuenta y tres años. Nancy, cuyo esposo la engañaba con otras mujeres. John, que quería ser abogado, pero que nunca llegaría a serlo porque pensaba demasiado en su pierna lisiada. Y todos los demás. Los nuevos, que aquellos parecían traer siempre consigo. Eran tantos los nuevos que nunca había llegado a conocerlos. Recordaba especialmente a la rubia menuda, de pequeños ojos brillantes, que le miraba con un hambre feroz.
Ya desde el principio, aquella noche, se notó que algo andaba mal. Había demasiados de ellos en la fiesta. Más de los que podía manejar... Todos le escucharon contar lo que había ocurrido cuando en 1960 se trasladó a Nueva Orleáns con Tony, en el Corvette, y ambos contrajeron una pleuritis debido a que el techo del coche, que era un convertible, no había sido ajustado debidamente y les sorprendió una tormenta de nieve al cruzar Illinois.
Todos ellos estaban pendientes de sus palabras, como ropa tendida en una cuerda, como festones de hierba trepadora. Absorbían cada una de sus palabras y de sus expresiones como seres hambrientos que chupan el tuétano de los huesos jugosos. Se reían, y observaban, y sus ojos relucían...
Eddie Burma pronto advirtió que las fuerzas le iban abandonando lentamente. Se sintió agotado mientras estaba hablando. Ya le había ocurrido antes, en otras reuniones, en otras fiestas, cuando atrajo la atención de los presentes, y al llegar a su casa se sintió exhausto. Ya había sentido algo parecido a aquello.
Pero esta noche no recuperaba las fuerzas. Habían estado mirándole como si estuviesen nutriéndose de él, y aquello se prolongó mucho tiempo, hasta que al fin dijo que tenía que retirarse a descansar, y que ellos debían irse a sus casas. Pero no le hicieron caso. Entonces Eddie Burma comenzó a llorar quedamente. Sus ojos estaban enrojecidos y su cuerpo parecía carecer de musculatura y de huesos, recubierto tan sólo por una membrana elástica que en cualquier momento podría resquebrajarse.
Trató de ponerse en pie a fin de marcharse para poder descansar, pero ellos se volvieron cada vez más insistentes; le pidieron, le ordenaron, se pusieron intolerantes. Fue entonces cuando la rubia se acercó a él y le hizo un corte en el costado. Sin saber cómo, en la confusión que se produjo, al enzarzarse los presentes entre ellos para apoderarse de él, había podido escapar. Huyó desesperadamente, sintiendo que la herida le desgarraba dolorosamente la carne. Logró escurrirse a través de los árboles de la hondonada donde estaba oculta su casa, y luego cruzó el bosque y la colina, hasta llegar a la carretera, donde llamó a un taxi. Luego se hizo conducir a la ciudad...
«¡Mírenme! ¡Mírenme, por favor! No se limiten siempre a tomar de mí. ¡No se bañen en mi ser para luego marcharse impunemente! Quédense y dejen que algo de vuestra suciedad me roce y pase a mí. Me siento como un hombre que fuese invisible, como una alacena que gotea almíbar... ¡Oh, Señor! ¿Acaso esto es un drama, y yo el actor involuntario? ¿Cómo podría evadirme de este escenario? ¿Cuándo van a bajar el telón? ¿No hay alguien, Señor, que pueda ayudarme?
»Yo hago mis visitas como un curandero. Todos los días paso algún tiempo con cada uno de ellos. Con Alice, con Burt, con Linda en la falda de la colina, y ellos siempre toman algo de mí. Nunca dejan nada a cambio. No es un trueque, es un robo. Y lo peor de todo es que yo siempre he necesitado eso, siempre he dejado que me robasen. ¿Qué enfermiza necesidad fue la que me impulsó a permitirles entrar en mi alma? Hasta las ratas de alcantarilla dejan algo cuando roban un objeto, aunque éste carezca de valor. Yo recibiría con gozo cualquier cosa de ellos: una breve anécdota, un pensamiento gastado, un concepto absurdo, la broma más necia, la revelación más detestable... ¡Cualquier cosa! Pero todo lo que hacen es permanecer allí sentados mirándome con la boca abierta, con los oídos tan pendientes de mí que incluso mis palabras pierden todo color y aroma... Siento como si estuvieran reptando en mi interior. Ya no puedo soportarlo más. Juro que no puedo aguantarlo más.»
El extremo de la calle se encontraba bloqueado.
Unas sombras se movían allí.
Burt, el chico de los recados. Nancy, y Alice, y Linda. Sid, el fracasado. John, el que se balanceaba al caminar. Y también el médico, y el electricista, y el cocinero de la pizzería, y el vendedor de coches usados, y la pareja que buscaba otras parejas para cambiar, y el bailarín de la discoteca... Todos estaban allí. Y venían a buscarle.
Por primera vez vio sus dientes.
Un momento antes que se abalanzaran sobre él, se extendió, tan silencioso y eterno como la corrupción que consumía su mundo. No tenía tiempo para compadecerse de sí mismo. No se trataba tan sólo del hecho que Eddie Burma había sido víctima de unos caníbales todos los días del año, todas las horas del día, todos los minutos de la hora.
La noción de la realidad le llegó en un momento desdichado, justamente en aquel instante intemporal. Se dio cuenta que había sido él quien les dejara hacerlo. Que él no era mejor que ellos, sino tan sólo diferente. Ellos eran los que comían, y él su comida. Nadie era culpable de nada. Necesitaba que la gente le venerase y le admirase. Necesitaba el amor y la atención de los demás, la adoración de los simios. Y para Eddie Burma aquello era como una especie de antesala de la muerte. Era la muerte de su inconsciencia, el fin de su ingenuidad. En ese preciso instante advirtió lo ingeniosas que eran las cosas que decía o hacía, aun cuando fuese en un plano orgánico inferior al de la conciencia. Pero se daba cuenta. ¡Sí, se daba cuenta!
Y este conocimiento de su situación fue lo que les arrastró hacia él, a nutrirse de él. Lo que le condujo a la vanidad, a las pretensiones vanas, a la jactancia. Quedó así convertido en un ser carente de sustancia, de realidad. Y si había algo de lo que sus acólitos no pudieran alimentarse era de un ser humano afectado, artificial, vacío.
Ellos terminarían de vaciarle.
Se arrojaron sobre él ávidamente, y en breves instantes ultimaron sus despojos. Cuando todo hubo concluido, le dejaron abandonado en el callejón.
Una vez yerto el cadáver, los vampiros se alejaron en busca de otras arterias palpitantes.
Monday, October 15, 2007
Storytelling
La felicidad tal vez solo sea un estado de enajenación mental transitorio cuyas causas y consecuencias intentamos reproducir en vano...
Todd no intenta reproducirlo en pantalla. Pero reproduce su incesante búsqueda.
Feliz cumpleaños, contador de historias.
Sunday, October 14, 2007
Diablogos: Freaks (and Geeks)
Francis: -George, esta vez lo tengo. Deja de jugar con las figuritas de los ewoks y atiende.
George: -¿Me va a costar dinero?
Francis: -¿Pero cuándo te he pedido dinero? Jajajaja...no, es broma...solo un poco.
George: -Aprisa, cuéntame, que en la puerta tengo a Harrison Ford que viene a pedirme una silla de ruedas para los descansos de rodaje de Indiana Jones.
Francis: -Mira, tengo a una estrella pop. Él hace de extraterrestre que cae a la tierra. Es un tipo extraño, ya es extraterrestre de por si... puede dar el pego. Será el próximo E.T.
George: -Eso ya lo hizo Nick Roeg con Bowie.
Francis: -Mierda, ya había convencido al raro este. Desde que me robaron el Pc con el guión no doy una. Tenía que haber hecho copia de seguridad.
George: -Eh, si, esto...Yo no se nada de eso. Claro. No es que no quiera pagarte otra peli y haya organizado el robo. No soy el jodido Thomas Crown.
Francis (le lanza una mirada desconfiada): -¡No serías capaz!
George: -Ejem...
Thursday, October 11, 2007
Listando
100-La Costa Brava- Velocidad de crucero (2007)
El único disco nacional que me ha calado de momento este año, irregulares, pero afinando la puntería, nos regalan pop, letras inteligentes y emocionantes, y una canción, "Japonesas" que es mi preferida del tecnopop en castellano desde ya.
99-Los Burros-Rebuznos de amor / Jamón de burro (1988) [Compilation]
Toda la audacia, la frescura y naturalidad de este grupo, se perdió cuando lo redujeron todo a una fómula standar, a un modo de ver la música instaurado en el resultadismo, en las ventas, en el cálculo, en la monotonía.
Aquí Quimi Portet parece incluso el guitarrista que realmente es.
98-Chucho- Los Diarios de Petróleo - Fragmento principal (2001)
La obra más redonda de Alfaro sigue siendo irregular, aunque muy interesante: "De aire" o "Mi padre" emocionan. Si a esto le sumamos la pegada de "Demasiada poca gente", "Ricardo Ardiendo"...nos encontramos ante un disco que no remata la jugada, pero que es coherente con todo un universo propio, y además tiene un puñado de clásicos. Notable.
97-La Mode- La evolución de las costumbres (1986)
Acusaron tremendamente la marcha de su motor lírico, El Zurdo, y de hecho acusaron tanto el golpe que tras un Ep y un disco cerraron el chiringuito. No alcanzaron el nivel de la etapa anterior, y no se les supo perdonar, pero no perdamos de vista que aún así los 80 no eran tan brillantes como nos han hecho creer los mitómanos.
96-Glamour- Guarda tus lágrimas (1983)
Mientras Madrid se autoerigía el centro de la modernidad y parasitaba tendencias como una esponja, el resto de España también existía. Existe una explicación para que una banda como Glamour no triunfara: no se fue a la capital. Si un crítico no veía tus conciertos, no escribía sobre ti, y los popes mediáticos estaban calentando sus poltronas muy complacidos en el centro, sin la más mínima curiosidad por el resto.
Aquí en Valencia, entonces, la fascinación por el tecnopop era completa. Estabamos seducidos por su elegancia, y era cuestión de tiempo de que entre las bandas locales surgiera nuestra propia Ultravox.
Sin embargo, parece que nadie entendió que la movida aquí fue otra, y tuvo otros tintes e influencias, y los desdeñaron: Para ellos eran blandos y provincianos, elegantes pero ingenuos, y no iba a dárseles la más mínima oportunidad.
La realidad era otra: Hacían versiones bestias de Magazine (Death by both sides), de blandos tenían poco, y son una de las mejores bandas que ha dado la ciudad.
Lástima que pocos lo vieran así desde fuera.
Más de Glamour.
Monday, October 08, 2007
Videoclip Histórico: Kult: Polska
Que RYM es un gran invento no lo duda ya nadie. Uno va saltando, viendo usuarios con afinidades, listas exóticas, puntuaciones, reseñas de discos maravillosas, y se topa con los límites de su propia curiosidad:
Cosas como una lista de new wave, post punk, tecnopop, ska, italodisco y eurodance de los países de la antigua europa del este: A poco que uno investiga, salen cosas como esta, fuentes de diversión y conocimiento.
Eastern Block List
Adelanto que muchos de estos discos se hacen un tanto exóticos, pero algunos son muy aprovechables, y hay un buen puñado de clásicos.
Sin duda para mi los mejores son Kult, con su jazz-polka-ska o lo que sea.
Disfrutenlo.
Pasajes de Huxley
"La desconocida no le dio ninguna oportunidad.
Y, por supuesto, Gumbril reflexionó, ¿cómo iba a dársela? Porque el estúpido juego en el que confiaba es un juego de los cientos, dinámico, para dos jugadores, no un juego de paciencia. Ningún ser humano en su sano juicio se pondría a jugarlo en solitario. Tendría que crear, él mismo, la oportunidad.
Todo su ser blando y melancólico se encogía con una repugnancia hastiada ante la labor de romper (¿con qué consecuencias deliciosas y peligrosas en el futuro o, en el caso del merecido desaire, inmediatamente humillante?), un silencio que, en el décimo o duodécimo escaparate, se había hecho bastante insoportable y significativo.
EL Lánguido Y Melancólico hubiera deambulado hasta el extremo de la calle, compartiendo, con esa comunidad de gustos que esla base de toda unión feliz, su entusiasmo por candelabros de cobre y tostaderas, muebles imitación del estilo Chippendale, pulseras de oro y trajes de verano de cintura para abajo; hubiera deambulado hasta el final de la calle y, en silencio, la hubiera visto desaparecer para siempre en el verde parque o alo largo de la acera desnuda de la calle de Bayswater; la hubiera visto desaparecer para siempre y a continuación, si los pubs estaban abiertos, habría entrado y pedido una copa de oporto, y, sentado en el bar , hubiera saboreado, todavía en silencio, entre los otros clientes, el turbio zumo del Duero y su propia e intercambiable soledad..."
(Aldous Huxley, Danza de Sátiros)
Thursday, October 04, 2007
¿Que hubiera hecho Stan Lee en nuestro lugar?
REDACCIÓN DE GUIONISTAS DE HEROES:
Matt: -Bueno, necesitamos ideas, en los foros nos han puesto de vuelta y media
Ben: -Normal, los guionistas hicieron la cena de despedida dos capitulos antes del final de temporada, y pillaron tal curda que los guiones los tuvo que hacer el becario.
Matt: -Que se vaya forjando...
Ben: -El becario...de contabilidad.
Matt: -Lo importante es poner personajes nuevos. Además necesitamos algo de carne de cañón. Que sean vistosos y con poderes. Y armar revuelo con mil y un conflictos nuevos...
Ben: -¿Y los viejos?
Matt: -¿Quién se acuerda del hilo argumental a estas alturas?
Ben: -¿Pero no eran episodios autoconclusivos?
Matt: -¿En donde te contrataron? Eres un puto desastre.
Ben: -Al menos me inventé lo de save the cheerleader antes de que la serie se quedara sin audiencia.
Matt: -Todos sabemos que fue una frase tonta que te salió porque habías fumado hierba ese día, y aún no sabemos qué coño quiere decir.
Ben: ¿Y qué importa mientras Hiro aún tenga carisma?
Tuesday, October 02, 2007
La Lista strikes back
Recapitulemos un poco:
La Lista Parte 0
La lista parte 1
La lista parte 2
En el último capítulo faltaban un par de canciones (Chucho, Alarma) que ya he incorporado.
106- Raimon- Disc Antològic de les Seves Cançons (1964)
La emoción. La voz. Las letras. Ya he dicho que más allá de su lírica, de su contenido poético (Alto, de calidad, con referentes importantes) hay un componente sentimental de música de los años de juventud de mi padre.
105- Los Elegantes- ¡Ponte ya a bailar! (1984)
Mientras otros se fijaban en una new wave profundamente domesticada y reconducida a un romanticismo ni siquiera lánguido, Elegantes nos exhortan al baile. No importa que sus letras sean chorras, es su actitud a lo Nick Lowe lo que cuenta. Además, soy un fan de las mangas cortas.
104- Mercromina- Bingo (2002)
La escisión de los seminales surfin Bichos trajo a Chucho y Mercromina como las dos versiones opuestas de la banda madre. Mercromina parte de un concepto de melodía, distorsión, riesgo, pop casi shoegazer, experimentos gratos y canciones con sentimiento e inteligencia. Textos a veces un tanto erráticos (¿En el palo de un polo?) y sorprendentes.
103- Family- Un Soplo en el corazón (1993)
Para muchos, el mejor album del pop español. El más pop desde luego. Buenos textos, melodías cuidadas de aire demasiado naif, un disco de despedidas y bellos veranos perdidos, pero que peca de no rematar la jugada.
Los de Aramburu brillaron y decidieron ser leyenda. Los grupos buenos de verdad se arriesgan a fracasar en el segundo asalto.
Eso es lo que se suele llamar valentía.
102- Ovidi Montllor- Un Entre Tants (1972)
Algunos creen que solo era el actor de Furtivos. Ovidi era muchos más: Era sagacidad, compromiso, valentía, y tenía un don, comunicar tanto ironía como ternura. A veces ambas.
Le echo de menos. La fera ferotge sigue suelta. Ahí no habían las metáforas de L'estaca de Llach: Ovidi era transparente("quiero hablar con el alcalde, decirle que tengo hambre, que la jaula es pequeña...")
101- Los Secretos- Los Secretos (1981)
Eran blandos y bastante comerciales, jugaban a lo seguro, empapaban de melodías nuevaoleras las baladas melódicas de toda la vida (chico deja chica, chica deja chico, o se dejan a la vez)
Y qué.
Fuera complejos, su pop era bueno, era muy bueno, y cuando algo funciona para qué ir con melindres. No nos insultaban a la inteligencia, ni se vendían como lo que no eran. Hacían lo que toda la vida y condenadamente bien. Eran el grupo que debieron ser los Brincos, y tenían un tipo de autenticidad interna, de creer firmemente en su visión del pop, que los alejaba de románticos de saldo (Duncan Dhu).
BONUS TRACK: Traducción de "A Colps"
A golpes
a golpes se hace la vida
a golpes de muerte y de fe
momentos, instantes que podrían ser eternos
solo queda la muerte sentida
A golpes
a golpes morimos la vida
hay que vivir como si nada,
nada fuera eterno
(tan solo
este momento
tarde y cielo
puede que sea la vida)
a golpes
a golpes morimos la vida
todos los amores pasados,
todo aquello que no llegó a nada
A golpes
a golpes de fe perdida
A golpes
a golpes morimos la vida.
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