1.
NikeLa primera vez que Hack oyó el nombre de Jennifer Gobierno fue en
la máquina del agua fría. Había ido allí porque la de su piso estaba
estropeada. Seguro que los de la sección de reclamaciones les meterían un
buen puro a los de mantenimiento. Hack era el Encargado de Distribución
de Mercancías Publicitarias. Lo que significaba que si Nike hacía pósters o
gorras o toallas de playa, Hack tenía que enviarlos al destinatario correcto.
También significaba que si alguien llamaba quejándose de que le faltaban
pósters o gorras o toallas de playa, Hack tenía que anotar el pedido. Ya no
se sentía tan motivado como antes.
—¡Vaya desastre! —exclamó un hombre que se encontraba al lado
de la máquina—. Estamos a cuatro días del lanzamiento y Jennifer Gobierno
no me deja en paz.
—¡Menuda putada! —dijo su compañero.
—Significa que tenemos que darnos prisa. —Miró hacia Hack, que
estaba llenando el vaso.
—¿Qué tal?
Hack levantó la vista. Le miraban como si fuera uno de ellos; pero
claro, Hack no trabajaba en ese piso. No sabían que no era más que
Encargado de Distribución de Mercancías Publicitarias.
—Hola.
—Es la primera vez que te veo por aquí —dijo el del desastre—.
¿Eres nuevo?
—No. Trabajo en Distribución de Mercancías Publicitarias.
—¡Ah! —le contestó arrugando la nariz.
—La máquina de nuestro piso no funciona —dijo Hack, volviéndose
rápidamente hacia otro lado.
—¡Oye! Un momento —exclamó el tío del traje—. ¿Has trabajado
alguna vez en marketing?
—Pues… no —contestó pensando que le podía estar tomando el
pelo.
Los tíos se miraron. El del desastre se encogió de hombros. Y los
dos le tendieron la mano.
—John Nike, Operador de marketing…, Nuevos Productos.
—Yo soy John Nike, Vicepresidente de marketing…, Nuevos
Productos —dijo el otro tipo trajeado.
—Hack Nike —le respondió Hack temblando.
—Hack, estoy autorizado a contratar personal —anunció John
Vicepresidente—. ¿Te interesa un trabajo?
—¿Un…? —se le secaba la garganta—. ¿Un trabajo en marketing?
—Sólo hacemos contratos sueltos por trabajos que van saliendo,
claro —añadió el otro John.
A Hack se le saltaron las lágrimas.
—Toma —dijo uno de los John, dándole un pañuelo—. ¿Ya estás
mejor?
Hack, avergonzado, asintió.
—Lo siento.
—No te preocupes —dijo John Vicepresidente—. Un cambio de
profesión puede ser muy estresante. Lo leí en algún sitio.
—Toma, el papeleo. —El otro John le dio un bolígrafo y un tocho de
papeles. En la primera hoja se leía “CONTRATO DE EJECUCIÓN DE SERVICIO”.
La letra de todo lo demás era tan pequeña que no se leía.
Hack vaciló.
—¿Quieren que firme ahora?
—No hay nada de qué preocuparse. Sólo tiene las típicas cláusulas
sobre confidencialidad y competencia desleal.
—Sí, pero… —las empresas se estaban poniendo muy duras con los
trabajadores; Hack había oído historias. En Adidas, si dejabas el trabajo y tu
sustituto resultaba ser menos competente que tú, te demandaban por los
beneficios perdidos.
—Hack, necesitamos a alguien capaz de tomar decisiones
rápidamente. Alguien que se mueva. Alguien que haga las cosas. Y
gilipolleces, las menos posibles. Si no es tu forma de ser, bueno… Nos
olvidamos de todo. No pasa nada. Tú quédate en Distribución de
Mercancías Publicitarias. —John Vicepresidente alargó la mano para volver
a coger el contrato.
—Lo firmo ahora mismo —aseguró Hack aferrándose al documento.
—Tú decides —dijo el otro John.
Se sentó al lado de Hack, cruzó las piernas, puso las manos encima y
sonrió. Hack se fijó en que los dos John tenían una sonrisa bonita. Suponía
que todos los de marketing tenían la sonrisa bonita. Además, se parecían
bastante.
—Ahí, al final.
Hack firmó.
—Aquí también —dijo el otro John—. Y en la página siguiente… y
otra firma aquí. Y aquí.
—Bienvenido al equipo, Hack.
John Vicepresidente cogió el contrato, abrió un cajón y lo dejó caer
dentro. —Bueno, ¿qué sabes de las Nike Mercury?
Hack pestañeó.
—Es nuestro nuevo producto. La verdad es que yo no las he visto,
pero… he oído decir que son increíbles.
Los dos John sonrieron.
—Hace seis meses que se empezaron a comercializar las Mercury.
¿Sabes cuántos pares hemos vendido desde entonces?
Hack negó con la cabeza. Un par costaba miles de dólares, pero eso
no era impedimento para que la gente las comprara. Eran las zapatillas más
codiciadas del mundo.
—¿Un millón?
—Doscientos.
—¿Doscientos millones?
—No. Doscientos pares.
—Nuestro John —dijo el otro John— ha inventado un nuevo
concepto en marketing que consiste en negarse a vender el producto. Los
consumidores se vuelven completamente locos.
—Y ya es hora de recoger los beneficios. El viernes vamos a poner a
la venta cuatrocientos mil pares a dos mil quinientos dólares cada par.
—A nosotros nos costaron… ¿cuánto era?
—Ochenta y cinco.
—Coste de producción ochenta y cinco céntimos, lo que nos deja un
beneficio bruto de aproximadamente un billón de dólares. —Miró a John
Vicepresidente—. Una campaña fantástica, ¿verdad?
—Simplemente sentido común —dijo John.
—Pero he aquí el problema Hack: si la gente se da cuenta de que
todos los centros comerciales del país tienen las Mercury, vamos a perder
todo el prestigio que tanto nos ha costado ganar, ¿no?
—Sí, evidente —dijo Hack.
Intentaba aparentar que lo tenía claro, pero en realidad no entendía
nada de marketing.
—Pues, ¿sabes lo que vamos a hacer?
Hack dijo que no.
—Les vamos a pegar un tiro —dijo John Vicepresidente—. Vamos a
pegarle un tiro a quien las compre.
Silencio.
—¿Cómo? —preguntó Hack.
El otro John continuó.
—Bueno, claro, no a todos. Hemos pensado que sólo hace falta
cargarse a… ¿cuántos dijimos? ¿Cinco?
—Diez —contestó John Vicepresidente—. Para más seguridad.
—De acuerdo. Nos cargamos a diez clientes haciendo ver que es
cosa de los chavales de los barrios y la gente perderá el culo por nuestros
productos. En veinticuatro horas nos habremos quedado sin existencias. Ya
verás.
—Recuerdo la época en que se podía contar con los chavales de los
barrios para darles una paliza a algunos y quitarles las nuevas Nike —dijo
John Vicepresidente—. Ahora atracan a la gente para robarles las Reebok o
las Adidas, joder.
—Ya no hay sentido de la moda en los barrios —dijo el otro John.
—¡Vaya vergüenza! Bueno, Hack, yo creo que te has enterado
perfectamente de que ésta es una campaña innovadora.
—Más bien está en el límite —dijo el otro John—. Está lo que se
dice en el límite.
—Bueno —dijo Hack, tragando saliva—, ¿no es un poco… ilegal?
—Pregunta si es ilegal —dijo el otro John, divertido—. Eres muy
gracioso Hack. Sí, es ilegal: matar a la gente sin su consentimiento es muy
ilegal.
John Vicepresidente añadió:
—Pero lo que hay que plantearse es cuánto cuesta. Si nos descubren,
damos por perdidos unos millones en una buena defensa, nos ponen una
multa de unos millones más… y en el fondo, seguimos ganando.
A Hack le quedaba una pregunta que no tenía ninguna gana de
plantear.
—Y este contrato… ¿qué dice que tengo que hacer?
El John que estaba a su lado juntó las manos.
—Bueno Hack, te hemos explicado el plan. Lo que queremos que
hagas tú es…
—Ejecutarlo —dijo John Vicepresidente.
(
Jennifer Gobierno de
Max Barry. Editorial Tropismos)