Nunca debéis creer a un asesino cuando os cuenta su motivo para matar. Me temo que he mentido o por lo menos me he mentido a mi mismo. No comencé a matar por haberme convertido en un monstruo sin corazón. Más bien me convertí en un monstruo porque comencé a matar…
19 de abril de 1999
Hoy me he levantado con el silencio como losa absurda. Me ahogo. Me ahogo. Apenas puedo respirar. Hace dos semanas que no sabemos nada de Isabella. Podría estar muerta en una cuneta, seguramente allí esta, acompañada de aquellos pájaros a los que daba de comer en el parque, y a los que ahora alimentará de un modo diferente. Mi hermana, nunca más veré su risa, me crispa los nervios esta maldita espera, en cualquier momento…esta calma tensa, este stand by puede romperse en mil pedazos.
Necesito dormir. Pero he olvidado cómo.
21 de abril de 1999
Nada. Ninguna reivindicación. Ninguna llamada de los secuestradores. Solo una persona que respiraba, que era carne y que de pronto se desvanece en el aire, una niña ahora invisible. Miro sus cuadernos de la escuela, llenos de sumas imaginarias y problemas insolubles. Acaso existió alguna vez, si no podemos verla, si no está, ¿estuvo alguna vez ahí? Pequeños trozos de papel llenos de letra infantil son su único legado. Briznas de nada. Yo también seré apenas un suspiro.
30 de diciembre de 1999
La policía más o menos se ha dado por vencida. Nos han dicho que nos preparemos para lo peor. Lo sé. Puedo ver los periódicos que convierten la vida y la muerte de todos en ficción. “Macabro Hallazgo”. Su sonrisa se perderá para siempre, es invierno y solo quiero vengarme, hacer daño, morder, rasgar, destrozar algo único e inigualable a quién me haya hecho esto.
No me reconozco.
31 de diciembre de 1999
Hoy he salido por ahí. He esnifado droga por primera vez. Cuántas veces, cuántos tragos, cuánta ración de veneno necesito para dejar de ser yo. He iniciado una pelea, con una botella rota. He salido corriendo, pero al golpear y destruir me he sentido extrañamente bien.
12 de enero de 2000
Me he levantado con el rayo crepitando en el cielo, truenos de tristeza. Si Isabella volviera apenas supondría diferencia. Hemos cambiado y somos peores personas. Tenemos el odio en la palma de los dedos y la indiferencia ante todos nuestros sentimientos. Hemos sido desenmascarados como lo que somos. Amanece y yo me encuentro en la calle porque no puedo seguir en la casa, es una pirámide sin momia, un mudo monumento a mi hermana, un muñón en mi cuerpo. Tengo la costumbre de golpear las paredes hasta que acabo agotado, mis padres se han ido. Tienen miedo, creo. Todos se han ido. Solo quedo yo. Empiezo a beber antes de despertarme, incluso en sueños. Pongo sus muñecas en fila y les paso revista. Son mi ejército. El odio es todo lo que tengo, todo lo que me separa de la locura de desear no estar vivo. Debo estar vivo para sobrevivir a aquellos que me han hecho esto, que me han convertido en esto. Estoy solo en esto. Y lo que es peor. Estoy llegando al fondo de este silo termonuclear que es mi alma. A veces me comparo con los perros salvajes, pero eso no sería justo para con los perros. Solo vivo para odiar, solo odio para seguir vivo.
28 de febrero de 2000
Ellos lo sabían, ellos lo sabían.
Les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio, les odio.
Les voy a matar.
Los secuestradores se han puesto en contacto conmigo. Quieren que mate a una persona. Entonces dejarán ir a Isabella. La vida de una persona desconocida puesta en la balanza. La vida de mi hermana. Pero en cierto modo, ya no recuerdo su cara. Quemé todas sus fotos. Ella también es una desconocida. Todos lo somos. Los secuestradores se acercaron a mí en un bar. Mordí a uno en cuello antes de que me redujeran y me explicaran que a partir de ese momento sería su brazo ejecutor.
Me pregunté si aquellos que me habían acorralado e inmovilizado también tenían hermanas en algún lugar esperando unas fuertes manos de hombre que quiebren sus cuellos.
Me pregunté si de verdad tenían a Isabella. Lo más probable es que la mataran el primer día. O que ni siquiera tuvieran nada que ver con ella.
Da lo mismo. He decidido matarle. Diputado Juan Aguirre, estás muerto. Tal vez consiga salvarla, tal vez consiga salvarme, o tal vez sea tarde, para los dos.
16 de junio de 2000
Pensaba que sería más difícil, pensaba que me sentiría culpable, que sería intolerable, que todo cambiaría al ser un asesino, pero lo más monstruoso es que eres la misma persona. Básicamente borrar una vida no significa un gran cambio. El mundo sigue girando, con unas lágrimas de más y un alma de menos, el sol sigue saliendo y tú eres el mismo casi, casi intacto. Solo un poco más frío, un poco más indiferente.
Esto no va a acabar nunca, ahora me doy cuenta. No han soltado a Isabella. Al contrario. Empiezan a lloverme nuevos encargos, nuevas respiraciones que silenciar, no puedo seguir, no me está permitido abandonar.
No acabará nunca.
No acabará nunca.
29 de septiembre de 2002
Todo es rutina. Comer, dormir, matar, comer, dormir, matar, todo es rutina. No soy un hombre, soy un dios triste, el dios de la muerte. Me gustaría poder llorar, o en su defecto poder romper la cadena. ¿Lo hago por mi hermana? Creo que ya no…solo me he convertido en esto. Soy esto. Es la única vida que tengo. El monstruo está vivo, dijo el doctor Frankenstein.
28 de diciembre de 2004
Otro más. Inocente. Me hago viejo. Mis únicos amigos son asesinos. Este ha suplicado por su vida. Un antiguo verdugo ajusticiado. Rezo todas las noches por estar en su lugar.
Isabella, murmuro en sueños. Es el nombre que le he dado a mi pistola, sus balas son besos, y cuando llega el tiempo de matar, murmuro que ha llegado el tiempo de amar.
Sospecho que soy la persona que más se preocupa por esas víctimas que he dejado. El fin no justifica los medios, los medios son el fin. Creo que no hay una razón para la eliminación de estas personas. Ninguna. Solo el placer de ver al ser creado a base de miembros y jirones de despojos moverse, sentir, dolerse, gritar.
Memorizo los informes, tengo que acordarme de ellos, de todos los caídos. Sus familias ya lo están superando. Viven. Están programados para ello.
Pero yo ya estoy muerto…solo vivo en la muerte de los demás, colecciono sentimientos de culpa, colecciono cadáveres que recordar. Mal Evans era leñador. Tenía un gran danés. Le gustaba Flaubert. Le gustaba Mondrian. Le maté con una soga. Pierre Lugart estuvo de corresponsal en la guerra de Yugoslavia…Vivía con su madre, le gustaba la nieve recién caída y la poesía italiana. Le maté mientras paseaba, con un cuchillo.
Tengo que acordarme de ellos.