Friday, January 06, 2006
Fragmentos de London
Cierto día, en su villa, en un sillón bajo la ventana, encontré un libro de poesía. Se abrió solo, delatando una antigua costumbre, en "Compás de Espera del amor":
Es tan dulce mantenerse separados
conocerse mejor y conservar
el suave y delicioso sentido de dos que se rozan...
¡Aún no Amor! Que nuestra pasión siga dulce
todavía envuelta en un sagrado misterio,
esperando el secreto de los años venideros,
pero aún no, aún no...alguna vez, pero...
aún no.
¡Todavía puede crecer nuestro amor!
Una vez haya florecido, morirá feliz.
Aliméntalo con besos sin labios, que duerma,
acunado por una autonegativa
¡Todavía un poco más, un poco más, un poco más!
Cerré el libro, dejando el dedo como punto, y permanecí sentado y en silencio durante un buen rato. Me sentía sorprendido por la revelación que me había traído el poeta. Resultaba humillante. Era igual a un rayo divino iluminando un pozo. Conservarían el Amor, ese inquieto espíritu, el compañero de los jóvenes.
Me repetí mentalmente aquellos versos "aún no, alguna vez", "aún no amor", "aliméntalo con besos sin labios, que duerma". Y estallé en una sonora carcajada. Comprendí, entonces, sus inmaculadas almas:
Eran como niños.No comprendían. Estaban jugandocon el fuego de su naturaleza, y durmiendo con una espada desnuda. Se reían de los dioses. Iban a vencer su fuerza cósmica. Inventaron un sistema con el que se acercaron a la mesa de juego, confiando ganar.
"Cuidado-pensé-Los dioses se encuentran junto al tapete verde. Son ellos quienes establecen las reglas para cada sistema que se inventa. No teneis la menor posibilidad de ganar."
Pero a ellos nada les dije.
Los meses continuaron pasando, y se hizo más fuerte su deseo. Ni una sola vez lo embotaron, permitiéndose la menor expansión. Lo basaban en autonegarse, y de este modo, lo fueron agudizando. Así siguieron hasta que yo mismo empecé a dudar.
¿Es que acaso los dioses estaban dormidos?¿Es que, tal vez, habían muerto?
Esto me hizo reír. Aquel hombre y aquella mujer habían logrado un milagro Burlarse de los dioses. Consiguieron dominar la carne y ensombrecer el rostro de la madre tierra.
Jugaron con fuego, sin quemarse. Estaban inmunizados. Eran iguales a dioses, al conocer el bien y el mal, pero sin siquiera probarlo.
Me pregunté si sería ese el modo de convertirse en dios."No soy más que una rana" me dije "pero de no protegerme los ojos el fango me cegaría con el resplandor de la maravilla que he contemplado. Me ha hinchado mi sabiduría y he querido juzgar a los dioses".
Pero no obstante, incluso en eso me había equivocado. No eran dioses.Eran simplemente un hombre y una mujer, blando barro que respira y que se emociona, acribillado por los deseos y herido por debilidades de las que carecen los dioses.
Carquinez interrumpió el relato para liar otro cigarrilo y reír sordamente.
-Soy una rana-dijo a manera de excusa-¿Cómo iban a comprenderlo? Eran artistas, no biólogos. Conocían el barro con que trabajaban en el estudio, pero no aquel del que ellos estaban hechos. Sin embargo, reconozco que jugaron fuerte. Jamás hubo antes un juego parecido y dudo que vuelva a repetirse.
Ningún éxtasis amoroso fue como el suyo. No mataron el Amor con sus besos. Lo avivaron, negándose mutuamente. Y con esa negativa,le dieron mayor fuerza, hasta que casi estallaron de deseo. Y el alado músico les alentó con sus favores, que les hacían elevarse. Era un verdadero delirio, que aumentaba a través de las semanas y los meses.
Sufrieron y desearon con una dulce angustia, con una intensidad que ni antes ni después han sentido los enamorados.
Y de pronto, cierto día, los dioses dejaron de aprobarlo. Se irguieron para contemplar a aquel hombre y a aquella mujer que pretendían burlarles. Y el hombre y la mujer se miraron a los ojos una mañana, adivinándo que algo había desaparecido. Era el alado músico. Huyó, en silencio, durante la noche, abandonándoles.
Se miraron a los ojos, comprendiendo que ya no les importaba ¿Comprendes? El deseo había muerto. Y nunca se habían besado. Ni una sola vez. El deseo había muerto. Falleció durante la noche, en un frío y olvidado sofá. Ni siquiera lo vieron morir. Lo supieron por primera vez al mirarse a los ojos.
Los dioses pueden no ser buenos, pero son compasivos. Habían retirado los dados y las apuestas de la mesa de juego. Lo único que quedaba eran aquel hombre y aquella mujer que se miraban con ojos fríos. Y luego, él murió. Eso fue compasivo. Al cabo de una semana Marvin Fiske estaba muerto. Recordarás el accidente. En su diario, que escribió entonces, leí mucho después esta cita de Mitchell Kennery:
No hubo una sola hora
en que pudiéramos besarnos
y no lo hiciéramos
- ¡Qué ironía!-exclamé.
Y Carquinez, que, a la luz de la chimenea, semejaba un auténtico Mefistófeles, con chaqueta de terciopelo, clavó en mí sus ojos oscuros.
-Dijiste que ganaron.¡Eso creyó el mundo! Te he dicho lo que sé. Ganaron lo mismo que ganas tú, entre estas colinas.
-Y tú-le respondí decidido-con tus orgías de sentidos y de sonidos, con tus ciudades de locos y tus costumbres aún más locas, ¿es que crees que vas a ganar?
Movió la cabeza lentamente.
-Que tú, con tu sobrio régimen rural pierdas, no es motivo para que yo gane. Nunca ganamos. Solo a veces, lo creemos. Es una ligera broma de los dioses.
THE END
Publicación del relato "Cuando los dioses ríen" de Jack London, íntegro en Sic Transit Gloria Mundi.
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5 comments:
Mientras le sigamos leyendo, qué más dónde nos encontremos, señor M.
Un placer verle.
Cambie cambie...en principio si que me quedo...hay que simplificar...pero aquello esta abierto, para quien quiera...
Durillo el texto eh, con tanto escándalo en casa me ha costado un poco, tengo que leérmelo mañana otra vez con más calma. Pero me ha gustado.
Me he escapado un ratito de mi secuestrador para venir a saludarle y encuentro su mudanza consumada y un par de amantes desgastados antes de "probarse"... qué triste desaprovechar un beso... qué triste dejar que los "dioses" nos ganen la partida..
Desaprovechar un beso casi siempre es una mala opción.
Saludos Miss...
Yo no lo veo tan duro Ed, sino un poco una reacción a algunos excesos románticos del XIX...
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