Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Thursday, January 25, 2007

La caída de Pierrot


"Jerry se retiró del escenario y se dirigió a la plataforma que estaba inmediatamente detrás y que hacía de vestuario. Estaba empezando a sentirse mucho mejor. Aceptó el porro de una chica a la que recordaba vagamente. Se llamaba Shirley Withers y lo había mirado con un cariño con el que nadie lo había mirado desde hacía mucho tiempo.
Se sintió más alto, más delgado y más guapo. Le sonrió. Una sonrisa prometedora.
Comenzó a hacer algunos movimientos con la gracia de antaño y sin hacer caso de la guitarra que le colgaba de la cadera. Volvió al escenario y enchufó de nuevo la guitarra. Tocó una progresión rápida de doce compases. Sabía que estaba tocando bien. Le hizo una seña a Mo y a Terry, y se puso a saltar de un lado a otro mientras tocaba. Algunas personas aplaudían y lo aclamaban.
Mo dió un último toque a la cuerda del La e inclinó la cabeza para saludar. La señora Cornelius, el coronel Pyat y Frank Cornelius estaban sentados en primera fila. Pero Jerry no los miraba, él solo tenía ojos para la gloria.
De repente todos ellos empezaron a tocar más o menos juntos y arrancaron con un ritmo boogie tradicional bastante rápido. Jerry bailaba cerca del microfono. Nunca se había sentido tan feliz. Por fin estaba en condiciones de imitar a todos sus viejos ídolos. Quizás él mismo iba a convertirse en ídolo, pero a diferencia de los otros, él no iba a decepcionar a nadie. La multitud estaba a sus pies. Se acercó al microfono y abrió la boca.
La multitud rugió.
Fue la última cosa que oyó antes de que el suelo cediera bajo sus pies y cayera en la fosa poco profunda que había bajo el escenario.
Estaba demasiado drogado para sentir algún dolor o preocuparse por lo que fuera. Acostado boca arriba miraba el hilo de luz que se filtraba desde arriba y la Rickenbacker rota sobre su pecho, oía las risas y los aplausos del público, el bajo desconcertado de Mo y el enérgico y desubicado solo de batería de Terry.
Después perdió el conocimiento durante unos instantes.
Al despertar se sentía abatido. Shirley Withers estaba en la fosa con él e intentaba levantarlo. Jerry vió a su madre asomarse desde el borde de la fosa.
-¿Jerry cómo estás?
-Bien-respondió-. Ahora puedo continuar.- Sabía que había perdido su oportunidad.
-Tu guitarra está destrozada-dijo Shirley-. ¿Tienes otra?
Jerry negó con la cabeza..."

(La Condición de Muzak, Michael Moorcock)


Pd. Estoy acabando "La Condición de Muzak". Y me sorprende. Pensaba que tras tres novelas de lisergia Pop en las que Jerry imagina un apocalíptico mundo en descomposición en el que va asumiendo diversos roles y personajes, un mundo en el que los cosacos invaden Canadá, para acto seguido en el siguiente capitulo pasar a una realidad alternativa en que ganaron los Boers...Un mundo alocado, desde luego, de realidades alternativas.
Pensaba que tras una carrera suidida de continuos saltos en el tiempo, el espacio y la mente, realidad de agentes secretos con pistolas de ciencia ficción, La condición de Muzak sería la novela realista del chico andrajoso que vivía con su madre y soñaba con todas las delirantes aventuras pop descritas anteriormente, con sus conocidos de protagonistas mientras esperaba inactivo que la inercia le llevara a triunfar como rockstar.
Estaba equivocado, porque Moorcock tenía un plan más ambicioso, aunque un tanto pretencioso. La "realidad" de Jerry apenas ocupa unas páginas iniciales y finales de la novela. Moorcock pretende que sean los propios sueños de Jerry los que nos muestren su declive. Que el espía triunfante que se fusiona (literalmente, décadas antes de Dragon Ball) con una programadora de ordenadores (La señorita Brunner, que en el mundo real es su ex profesora) para fundar un monstruo que devora la realidad, de la novela "El programa Final". Ese mismo Jerry, trepidante agente del caos que sabotea el orden establecido y la estabilidad social, como una especie de terrorista cultural del espacio exterior, en "Una cura para el cáncer" evoluciona a un soñador más sombrío, escéptico, y desengañado, más cansado y derrotado, en "El asesino Inglés" en que es un cadavérico sujeto en un estado casi de coma "enloquecido", narrando el apocalipsis con flashbacks desde su ataúd.
En "La Condición de Muzak" Moorcock nos muestra el cansancio y el deterioro del idealismo, la cruda realidad de los 70 matando el sueño de los 60, a través de las propias fantasías de Jerry (en las cuales por cierto se cuelan las drogas duras hacia el final de "El asesino Inglés") que se van acelerando y descontrolando de tal modo que en ocasiones Cornelius no sabe ni quién es.
El contacto con la realidad es efímero, devastador, pero casi anecdótico. Lo que importa viene a ser que la calidad y cantidad de sus sueños se deteriora.
Se suceden aventuras y situaciones con una sensación de hastío y deja vu. Kiev ha caído de nuevo. Qué importa si han sido los chinos o los tártaros. Jerry está quemado, ha sido mil personajes en su imaginación. Y ninguno.
Y cuando Moorcok lo trae de vuelta a la realidad, es cruel con él.
Esta no es mi década, susurra más de una vez Jerry. No, no es mi década.

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