Ya se están oyendo las más baratas excusas por parte de la izquierda acrítica. En primer lugar, a escala nacional, la ausencia del líder en la
celebración es el síntoma mismo de que no hay nada que celebrar, a pesar de los equilibrios de mercadotecnia de Pajín, de los premios de consolación.
Pero...¿es realmente mercadotecnia, la sonrisa forzada, o es perplejidad, o incluso alivio?
Perplejidad de que una oposición vetusta y árida, dividida y en pura contradicción con su propia naturaleza, les recorte, a pesar de las ignonimias regionales, y perplejidad de que no les recorte tanto como debía colegirse de la propia debilidad de un gabinete inoperante.
También estoy viendo explicaciones típicamente elitistas por parte de los partidarios de la izquierda. El típico mito del "pueblo engañado, o equivocado". En ese mito, el principe ilustrado (en este caso socialista por supuesto) sabe lo que les conviene aún a pesar suyo, todo por el pueblo, pero sin apreciar verdaderamente la capacidad del pueblo.
Una perspectiva terrible, y, me temo, no demasiado disparatada. Hay quién lo cree verdaderamente. Señor perdónalos, porque no saben lo que hacen, etc. Perdiendo de vista que la democracia es un proceso de formación de voluntades y no una solución, una panacea que asegure la dirección correcta. Respetemos al proceso y recemos por que las élites políticas alcancen algún tipo de lucidez mínima para al menos no empeorar la situación.
Sin embargo, si así fuera, si el lider principesco seguro de su liderazgo, seguro de la campaña publicitaria de sus enemigos y de la pérdida de apoyos, decidiera invertir en los laboratorios de expertos en imagen y marca, en estrategia y
cleavages, en temas e ideas fuerza, habrían podido dar con la fórmula de la piedra filosofal, convirtiendo así la democracia en una farsa demoscópica de competencia en la manipulación de las masas a las que se desprecia, e incurriendo en aquello que se denuncia del adversario.
"No hemos sabido conectar". También esta lectura del fallo de información se muestra obsoleta, porque la simbiosis de los partidos y sus medios afines está cerca de la fusión total, y la saturación de mensajes lanzados como cargas de profundidad, es notable. Uno es esclavo de sus palabras, de sus lemas, dueño de sus silencios (Europa). Y si no se ha conectado, es porque no se ha querido. Oportunidad hubo...¿hubo voluntad?
Pero quisiera
focalizar la atención en lo local. Y no precisamente por ser escenario sui géneris, sino sintomático.
¿Cómo se ha convertido el PPCV en una máquina de ganar elecciones, aún a pesar de sus lastres en forma de sombras en la gestión y la transparencia, en el endeudamiento y la debilidad del modelo productivo?
Para comprender dicho dilema, permitanme citar a Carlos de la Torre, que se refiere a su vez a Weyland en su artículo
"Redentores populistas en el neoliberalismo". No porque asuma que los líderes del PPCV sean auténticos populistas (salvo en cierto sentido Fabra. Y ni siquiera del todo). Todos los políticos esclavizados por la política-espectáculo que dicta los temas y los ritos de comunicación masiva, tienen componentes populistas.
"Las denuncias de corrupción en si mismas no son suficientes para tumbar a un presidente, solo se vuelven políticamente efectivas cuando son usadas por adversarios poderosos"
"...Las relaciones clientelares también generan identidades..."Y aún añadiré otra referencia, a
Sloterdijk, cuya dicotomía entre lo pesado y lo ligero en la politica bien pudiera explicar el
caso Berlusconi, en parte, pero que aquí atina de modo certero, en una sentencia demoledora aplicable al
caso PSPV:"La nueva izquierda parece el empresariado en busca de una sociedad que sea lo suficientemente moderna para sus productos".Para entender qué ha pasado aquí, hay que reformular la pregunta que nos hacíamos: ¿Por que el PSPV se ha convertido en una máquina de perder elecciones?
Y es porque el PPCV ha sabido no ya satisfacer los deseos de los ciudadanos, sino generar el tipo de aspiraciones y deseos que esos ciudadanos tienen para con su modelo de sociedad. Ha logrado vender un sueño, "el sueño valenciano", que al igual que "el sueño americano" está cargado de promesas más que de realidades. No funciona porque se cumpla, sino porque logra erigirse en la aspiración, en el modelo, en el mito subyaciente.
Ya algunos analistas analizaron cómo a través de la absorción de UV, y mucho antes, el PP pasó de rechazar los símbolos identitarios valencianos a vestirse con ellos y mezclarlos con su propia identidad (senyera, fallas, etc) haciendo una opa al blaverismo tradicionalista.
Pero yo voy más allá. Y a la vez más acá. Mientras el PSPV acusa al PPCV de haber creado una realidad ilusoria a través de los medios de comunicación gubernamentales, una imagen de oropeles y gloria, de monumentos vacíos y huecos pagados con el descubierto de una deuda galopante que se purga en los hospitales y los hospicios, yo digo que no.
Sin negar la categoría simbólica de la Valencia monumental (mayestática), afirmo que el orgullo creado es bien real, que la infiltración y la creación de comunidad compartida, es bien real, que a través de figuras de patronazgo (Rita, Tio Paco, Blasco) y clientelismo político (Fabra) los vínculos entre el lider y el pueblo se estrechan y transforman en vinculos de dependencia simbólica.
Afirmo que el control de los media no es suficiente para explicar la identificación de la sociedad y el partido. Y la estrategia del PSPV de contraataque vistoso en los media y deterioro de imagen en ellos, no es suficiente ni bien encaminada.
La identificación procede de la promesa, de la Valencia prometida. Aunque la Valencia prometida no coincida con la Valencia real omitiendo sus deficiencias. O precisamente por esa omisión. Alarte y los suyos, en su denuncia continua, en ocasiones sana y necesaria, pero única fuente de su estrategia y de su proyecto, se convierten en una fuente negativa, que niegan la tierra prometida, y no ofrecen nada a cambio sino cifras del desastre, y números rojos de la gestión. El sueño cuesta dinero, pero algunos prefieren endeudarse y seguir soñando, porque, he aquí, al PSPV le falta alternativa de sociedad, de sueño, de proyecto. Arrebatar la promesa, y vender gestión de las cenizas de ese sueño prometido, de esa sociedad anhelada, de esa identidad compartida, es convertirse en un pepito grillo decepcionante, y en un clon triste y austero, de aquellos a los que se denuncia.
Austero al menos en intención, pero tal vez no en precedentes ni en el imaginario colectivo.
El PSPV si vive encerrado en su propia realidad virtual, encerrado en el sucursalismo de Madrid que les corta las alas, y en los mitos de la izquierda de tener la razón moral o histórica de su parte, y por ello, no tener que trabajar en una nueva propuesta de renovación. El PSPV esta en puro estado de implosión, encogiéndose sobre si mismo y viviendo un sueño endogámico de injusticias históricas, buscando la "masa moderna" a la que vender sus idearios sin acabar de encontrarla, e incapaz de formular nuevos sueños, paralizado por la nueva vía y su prohibición de generar nuevas utopías para centrarse en el moderado término medio.
En su ponencia, el debate de hacer desaparecer "País Valencià" de su denominación, podía dar a entender movimientos de cambio en esa dirección contraria de nueva vía nuevo-laborista (pero ya ven a Gordon Brown, casi mejor que no).
¿Por qué no abolir también socialista y obrero? Las masas disponibles en esta sociedad se sueñan de clase media, a pesar de las deslocalizaciones, las precarizaciones, las congelaciones salariales. En esta tierra, los camareros son "gestores de la restauración" y los subcontratados se creen "autónomos en expansión". El éxito del diablo es convercernos de que no existe, el del capitalismo, despojar la conciencia de clase de significado al basar la economía y la sociedad en el consumo más que en la producción.
¿Podrá el PSPV soñar una nueva utopía y vender su sueño a una sociedad que no está hecha a su imagen y semejanza, o deberá convertirse en un pálido reflejo de su oponente, para representar los mismos valores y aspirar a seducir así mismo a la sociedad valenciana que sueña el "sueño valenciano" del PPCV?
¿O asumirá una tercera vía, populista, en el que apelar a lo emotivo y no a lo racional de su electorado, situando a un líder carismático y no burocrático, un "Lizondo de izquierdas" que encarne de nuevo a la sociedad?
La verdad, con el caso Gurtel como único argumento, lo único conseguido es situar a Camps como el redentor del pueblo, fustigado en una pasión crística, sufriente por todos nosotros valencianos, una especie de mesianismo judeo-culpabilístico en el que el probable corrupto ejerce de victima.
Los casos, al juzgado. En la arena política, no, o no mucho más allá de una sana duda expresada con cautela, y una petición de transparencia en las contrataciones públicas. De cuentas claras, de explicaciones y responsabilidades.
En la arena política, proyectos, por favor, ideas, modelos y proyectos.