Tuesday, March 28, 2006
Sequía
Tumbado de espaldas el chico recordaba correr en medio de una ráfaga de lluvia por en medio del jardincillo central de la avenida Blasco Ibañez, con sus árboles erguidos pomo puñales de madera, en contraste con el denso tráfico de coches como manadas de elefantes enfermos a punto de morir. Estaba mojado de pies a cabeza pero no le importaba, corría con una urgencia extrema.
Se cruzó con una chica en bici que veía cada mañana, un rostro más del decorado de cartón piedra de su vacía vida, y los viejos edificios de las facultades de historia y filosofía parecían reprocharle desde su solemne y cuadrada piedra que él estaba fuera de juego, que no era nadie. Su pelo descuidado le bajaba mojado por la frente, y sus pulmones llenos de tristeza seguían bombeando aire a una velocidad agotadora y temible.
Cuando vió a la chica de gafas por la que había estado suspirando todo el trimestre supo que era ahora o nunca. Estaba junto a las escaleras de filología, dispuesta a desaparecer, rauda por los pasillos lóbregos e industriales, de su alcance. Todavía no había entrado.
Era fácil, invitala a un café, preguntale algo, lo que sea, da igual. El viento azotaba a la lluvia y la lanzaba como una daga, y removía la cabellera de la chica, que se tapaba la cabeza con un periódico y corría en busca de refugio.
Él llego a su altura y la cogió del brazo. Ella se giró y abrió mucho los ojos, interrogandole sin decir nada. Estaba más bella que ninguno de los días anteriores, y su sonrisa tornada en ceño fruncido de sorpresa le daba un aire de fuerte fragilidad.
Él no supo qué decir. No dijo nada. Se quedó mirándola, ahora que quería conocerla más allá de ninguna duda se había quedado sin palabras, sin un plan de acción, sin encanto, ni labia, sin armas frente a la belleza.
Continuó allí mojándose mucho después de que ella se fuera.
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4 comments:
Ella le miró y esbozó una sonrisa, casi pueril. Y la mirada se perpetuó entre ambos, durante eternos segundos. Las gotas de lluvia resbalaban inundando sus rostros. Los latidos golpeaban con violencia sus pechos, entonces ¿para qué hablar? los dos sabían que sobraban las palabras, sobraba todo.
Bajo la lluvia la tristeza no se nota.
Bajo la lluvia, el dolor es una gota.
(patético ¿verdad?)
No, hermoso, pero por el momento mi experiencia empírica no me inclina a los finales felices...
como lágrimas en la lluvia...
buen relato
va el abrazo
este final no es feliz, al menos no plenamente.
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