Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Friday, March 31, 2006

Diario de un asesino a sueldo


Enfrentate a tus miedos.
¿Estás enfadado? Escúpeme tu ira a la cara. Eso es todo lo que conseguirás hacerme. No puedes tocarme. Ni siquiera te atreves a temblar. ¿Crees que te odio? Estás muy equivocado. Soy lo que soy, nada más.
He venido a matarte. Me gustaría decir que no es personal pero mentiría, la muerte siempre es un asunto personal.
Se que tienes miedo. A mi me da miedo vivir, no morir. Yo en cambio siento ternura. No hacia ti especialmente. Pero estoy conmovido. En las películas se mata al peso, por docenas. Podría decirse que solo un minorista de la muerte aprecia de verdad la vida.
Resulta presuntuoso por mi parte denominarme asesino. Creo que superviviente es más adecuado.
¿Sabes? Los lobos no son como los hombres, o por lo menos como las clases de hombres que representamos tú y yo. Cuando se enfrentan y uno de ellos se rinde, no se matan entre sí.
Voy a conseguirte una bonita tumba. Con buenas vistas. Algo acorde con tu posición. Un buen trozo de tierra en el que pudrirse. Me gustaría simplemente que desaparecieras, que no existieras, para no tener que apretar el maldito gatillo, porque esta noche el que va a tener que vivir con sus fantasmas a cuestas e intentar conciliar el sueño, seré yo.
Tú no vas a soñar más. Creo que eso es lo que más deben echar de menos los muertos, pero es algo que me ha sido arrebatado en parte, no más sueños solo pesadillas.
¿Quieres saber cómo hemos llegado a esto? Fue después de que me encargaran borrar del mapa a la puta del presidente. No se lo merecía, aún me acuerdo de ella y de cómo sabía su piel. Era muy dulce, aunque no te podías fiar de sus besos...me parecía estar oyendo la caja registradora mientras intentaba amarala lo suficiente como para no matarla...no por ella, estaba muerta desde que se dió la orden, sino por mí.
Entonces me reuní con mi contacto. Un tipo siniestro, como todos esos chicos criados para ser contables que han hecho de la falta de escrupulos virtud suficiente para llegar a lo más alto de la contabilidad: Ser contable de muertos. Contar cadáveres tristes y el precio de la carne muerta, muerta te digo.
Mírame a la cara cuando te hablo.
Bueno estaba con mi contable en la esquina de la calle Lauria. Había una cervecería cerca, en dónde nos metimos. Él iba trajeado, y antes de llegar yo se despidió de otra persona dándole la mano. Me pareció extraño. Por cierto siempre que veo a dos hombres trajeados dándose la mano en la calle me entran unas ganas locas de cantar Wish you Were here de Pink Floyd. Es lo que llaman condicionamiento, la cultura pop aplicada al perro de Paulov.
Era extraño que quedaramos en un sitio público, era extraño que estuviera con alguien antes de estar conmigo. Era extraño simplemente que me dieran un encargo tan pronto.
¿Impaciente? Tranquilo, pronto llegaremos al final de la historia. Y cuando salga el rótulo de The End y llegue el fundido a negro estarás en manos de Dios o del Diablo. O simplemente del olvido.
Me invitó a una copa, el chico de la barra, un tipo barbudo con rastas y ojillos de ave traicionera nos sirvió Bourbon en vasos grandes. Le dije que dejara la botella ahí, que corría por parte de mi amigo.
Mi contacto me pasó un sobre marrón. Dentro no venían las instrucciones habituales. Ni dirección, ni trabajo, ni familia, ni antecedentes, ni vicios, ni amantes, ni secretos, ni tendencias políticas, ni bares preferidos...
Nada.
Solo un nombre.
Uno que conocía bien. Mycroft.
Ese nombre fue tu sentencia de muerte.

1 comment:

Esther said...

un tipo duro ¿ehh Mycroft? que miedo!!!

Bien escrito, bueno, en tu línea.