Whatever Works

En una semana me he puesto al día cinefilamente hablando. Considero que debo pensármelo un poco antes de hablar del nuevo clásico tarantiniano que significa los Bastardos. Por otra parte, la sorpresa del fin de semana es que Jennifer's Body me ha gustado, en plan comedia paródica, no sé si involuntariamente irónica, con toda serie de reglas del buen gusto y del cine traspasadas y violentadas, o lo que es lo mismo, The Faculty vía Mel Brooks, o la estética de Pesadilla en Elm Street vista por un videoclipero admirador de Russ Meyer.

Pero sin duda, es el optimismo desesperado, resignado, nada naif, de Whatever Works, lo que ha captado mi atención. Un canto a disfrutar los pequeños momentos, a adaptarse a lo que funciona en cada momento, a atreverse a ser feliz a pesar de que nuestra vena racional nos diga que la vida es corta, o miserable... Allen reinterpretando aquella canción de Brel sobre el próximo amor, el próximo error... Seguramente, más allá del divertido vodevil, una de las películas más positivas del último Allen, para nada menor, para nada inocente, para nada inocua. El hombre como obstinado animal de costumbres, enfrentado a sus propios miedos.

Whatever Works es un prodigio por su sencillez, por su humildad, por su entusiasmo, y por mil razones. Pero sobre todo porque es un alegato para que no abandonemos, para que no nos resignemos, es un auténtico tónico repleto de ironía, de ternura, de humildad (en la figura recalcitrante de un Boris obstinado en creerse una mente superior vemos una ridiculización de la vanidad) y un elenco de personajes realmente antológico encabezado por un Larry David soberbio desde el monólogo inicial dirigido directamente al espectador...