De entre muchos aniversarios y efemérides,
uno casi inadvertido, también fraguado un 11 de septiembre, alejado de explosiones, de distopías contemporáneas, de golpes de estado. 50 años de Ne me quitte pas de Brel.
Una canción sobre la que pesa un enorme malentendido, fomentado por la melancolía de la interpretación, y la musicalidad del idioma francés.
No se trata de una canción de amor, sino de humillación. No se canta a la pasión, sino a la derrota, no hay romanticismo, sino un brochazo cínico que retrata la degradación total del amor no correspondido.
En el libro de Clouzet sobre Brel, uno de esos libros heredados, que acompañaron la soledad paterna antes que la mía propia, Brel habla de aprender a estar solo, de aceptarse, de renunciar al malentendido. Por eso Ne me quitte pas es tan triste, porque habla de una imposibilidad, de una ilusión, de tiempo perdido en el espejismo de algo que creímos que fue, y que apenas existió.
Ne me quitte pas
1 comment:
Es una canción de una intensa tristeza en la que se percibe humillación y rendición. No ha perdido vigencia 50 años después.
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