No es la primera vez que uno de ellos pega la espantada, deja colgada una gira, o se atribuye el papel de Abel frente a Caín (God guess think i'm abel, compuso Liam). Lo han hecho ambos, y en ciertas épocas de crisis, el otro ha sabido llevar el peso del grupo, ponerse al frente, apechugar con conciertos desoladores in absentia, y perdonar (o hacerse perdonar).
Negar que el motor creativo es Noel, es una cosa, negar que el motor espiritual es Liam, con todo el mal karma que pueda generar, es otra.
Noel Gallagher hoy ha declarado en la web del grupo: "It's with some sadness and great relief to tell you that I quit Oasis tonight. People will write and say what they like, but I simply could not go on working with Liam a day longer."
Oasis sin Noel, a pesar del crecimiento de cuota no-noelesca en los créditos, es absurdo. Pero Noel sin Oasis, seamos sinceros, tampoco es que lo vaya a tener fácil, especialmente porque ya tiene canciones pensadas para rock band en el cajón (I want to live in my record machine) y porque sus directos sin el grupo, como relectura, cover, curiosidad, bien, pero como norma, es una perspectiva poco excitante.
Como a muchos otros (Coxon, Squire, Bernard Butler, Gilmour) la falta de carisma y de potencia puede jugar en su contra, y eventualmente incluso introducirse en una espiral Catstivensca. Recordemos a Ashcroft, cuyo "alone with everybody" eran canciones grabadas y trabajadas con Verve (al menos las mejores), regrabadas para eliminar a sus colegas (ey, Waters, ¿te suena el final cut?) y sin cuyo impulso, declinó irremisiblemente en un amable y meloso hilo musical indie para solteronas, hasta que se tragó el orgullo y llamó a los muchachos.
Noel, debería pensar lo que está haciendo. Liam es un bastardo, pero un bastardo necesario, que además no es Pete Doherty. Y si Carl Barat es capaz de reconciliarse (de aquellas maneras, siendo tanteado últimamente para el perdón definitivo), de que no serás capaz por uno de tu misma sangre.
Pienso que la historia no ha acabado.
You know that feeling you get You feel you're older than time You ain't exactly sure If you've been away a while.
Do you keep the reciepts For the friends that you buy? And ain't it bittersweet You were only just getting by.
But I hope you know that it won't let go It sticks around with you until the day you die And I hope you know that it's touch and go I hope the tears don't stain the world that waits outside.
Where did it all go wrong?
And until you've repaid The dreams you've bought for your lies You'll be cast away Alone under stormy skies Alone under stormy skies.
But I hope you know that it won't let go It sticks around with you until the day you die And I hope you know that it's touch and go I hope the tears don't stain the world that waits outside.
where did it all go wrong?
SOLO
But I hope you know that it won't let go It sticks around with you until the day you die And I hope you know that it's touch and go I hope the tears don't stain the world that waits outside.
But I hope you know that it won't let go It sticks around with you until the day you die And I hope you know that it's touch and go I hope the tears don't stain the world that waits outside.
Una vez encontré en el bosque un hacha clavada en la tierra hasta el ojo. Era como si alguien hubiese querido hender el mundo entero en dos trozos de un solo hachazo. La voluntad no había faltado, pero se había partido el mango.
"El empleó que encontré consistía en aplastar nuevas limusinas terrestres para poder enviarlas a Pittsburgh como chatarra. Cadillacs, Chryslers, Lincolns...toda clase de grandes y potentes vehículos que no habían recorrido un solo kilómetro. Los conducía hasta las fauces, y luego crac, crac, crac: chatarra para los altos hornos.
Al principio me molestaba hacerlo...
"Dije lo que me parecía, y por poco pierdo mi empleo, hasta que el encargado recordó que era un durmiente, y que realmente no lo entendía.
-Se trata de una cuestión de sencilla economía, hijo. Son vehículos que el gobierno ha aceptado en garantía a cambio de préstamos para mantener los precios. ahora tienen dos años y nunca podrán ser vendidos. De modo que el gobierno los desguaza y los vende como chatarra a la industria del acero. No es posible hacer funcionar un alto horno solamente con mineral de hierro; también es necesario tener chatarra. Eso debes saberlo aunque seas un durmiente. En realidad con la actual escasez de mineral de buena calidad, la demanda de chatarra es cada día mayor. La industria del acero necesita estos coches...
-Pero ¿para qué construirlos, si no pueden ser vendidos? Parece una pérdida inútil.
-Solamente lo parece. ¿Quieres que la gente se quede sin empleo? ¿Quieres que descienda el nivel de vida...?"
"Volví a plantear la cuestión solamente una vez más, porque observé que muy pocos de los coches para el mantenimiento de precios estaban verdaderamente en condiciones de circular. El trabajo era basto, y con frecuencia carecían de partes esenciales, tales como instrumentos indicadores o acondicionadores de aire. Pero cuando un día pude observar por la manera en que los dientes de la máquina de aplastar mordían uno de los coches, que incluso les faltaba el motor, volví a hablar del asunto.
El jefe me miró asombrado. -¡Vaya muchacho! ¿No esperarás realmente que se esmeren con coches que no son sino excedentes? Estos coches ya iban apoyados por préstamos para control de precios antes de salir de la cadena de montaje.
Esta vez me callé y me quedé callado. Más valdría que me dedicase exclusivamente a la ingeniería; la economía era demasiado esotérica para mi..."
-Así que esto era- dijo en voz alta el viejo hombre carcomido por el viento. Viento y tiempo son a veces lo mismo. Un páramo olvidado, en donde cuatro reporteros toman fotos de los artistas que no murieron para ser leyendas. Algunos nostálgicos apenas, algunos jóvenes de hoy, tan enfermos de ironía, de pesimismo, con sus camisetas de parodia posmoderna, de mensaje nihilista, de héroes corporativos (como algunos de los viejos héroes que no tocaron hasta tener el cheque confirmado, eh Townsend!).
¿Dónde estaba el bosque estrellado de las respuestas, dónde el beso húmedo de una desconocida con su trémula e inocente mirada regada con el humo y los sueños, al ritmo de una guitarra ebria? Músicos desgañitando ingenua poesía, tambores tribales, solos monstruosos de guitarra, gañidos, que cobran vida como serpientes que danzan en las ondas sónicas, atravesando la densa atmósfera de sudor humano condensado? Cuantas venas inocentes, palpitando juntas himnos salvíficos, terminarían carbonizadas por el fuego tentador de los venenos evasivos.
Un sueño es como una bandera, tiene bonitos colores, pero termina siendo un trozo de tela inflamable, una decepción, un bello y temible recuerdo. Viejos soñadores que cambiaron el mundo para darse cuenta de que al mundo no se le cambia, al mundo se le teme, se le evita, se le da esquinazo, es un espejo deformante que nos devuelve el rostro y lo que la vida le hace, surco a surco.
La música parecía la última arma disponible, el verano no queríamos que acabara jamás, y un hombre con traje y corbata se abría paso entre ropajes de príncipes de oriente, y desnudos primeros humanos que olvidaron el pecado original. Se encontró con una chica que decía llamarse "Azul" y que le cogió de la mano, y le dijo al oído que todo iba a salir bien, mientras Hendrix voluptuosamente, sodomizaba con su guitarra el himno de un país imaginado, y la guerra parecía solo un rumor lejano, una extraña película cuya reposición en televisión había que sustituir.
El hombre dudó, y casi olvidó quién se suponía que era él, qué se suponía que iba a hacer allí, y el papel predeterminado, pautado, y cifrado de su conducta. Entre centenares de personas, una marea de entusiastas inconscientes, de revolucionarios escapistas, de velocistas de la huida, cuyas proclamas pintadas en la cara eran máscaras incapaces de dejar a la Muerte Roja al otro lado del cerco, por fin, varias horas de desconcierto después, encontró al joven al que buscaba.
Le entregó la hoja de movilización. Poco a poco, a su alrededor, un cerco de silencio, rodeado de música que se estrellaba contra las caras serias, apenas un grupo de diez o doce, mirándose, tiznaba el cielo. La chica llamada Azul miraba al hombre del traje con matiz de reproche.
El chico sacó un mechero, quemó el papel. Sonrió una mueca casi feroz. Proclamó la paz. Phil Ochs lo gritaba, aunque no estuviera allí.
Vivió, sobrevivió, volvió al páramo muchos años después, tocó la tierra fértil de sus sueños. Añoró la sencillez de su juventud, sintió los pulmones sucios, las venas duras, enmohecidas, la piel seca, arrugada. El corazón, el corazón, tan astillado...
Al final, había ido a la guerra. Había ido a la guerra. Woodstock no cambió lo que tuvo que hacer con sus manos para seguir con su vida.
Al final, el viento y el tiempo no son nada comparado con lo que los hombres se hacen a sí mismo. Aquel campo en silencio todavía clamaba un himno alternativo de Estados Unidos. Solo que nadie quedaba ya para reconocerlo.
Ella hizo rodar su silla hacia Bruno; todavía era torpe, había que hacer fuerza al arrancar, y ella no tenía fuerza en los antebrazos. Él la besó en las mejillas, y luego en los labios. "Ahora", dijo él, "puedes venirte a vivir a mi casa. A Paris." Ella alzó la cara hacia él, le miró a los ojos; él no consiguió sostenerle la mirada. "¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?" Él no contestó; al menos, tardó en contestar. Después de treinta segundos de silencio, ella añadió: "No te sientas obligado. Te queda un poco de tiempo para vivir, no estás obligado a pasártelo cuidando a una inválida..."
...Había dudado unos segundos de más, pobre Christiane. También había dudado unos días de más antes de llamarla; sabía que estaba sola en el apartamento con su hijo; la imaginaba en la silla de ruedas, cerca del teléfono. Nada le obligaba a cuidar a una inválida, eso había dicho ella, y él sabía que había muerto sin odio. Habían encontrado la silla de ruedas, desarticulada, junto a los buzones, al final del último tramo de escaleras.
De entre todas las películas que he visto de Verhoeven, Instinto básico es la menos apreciada por un servidor. Detrás de un guión tramposo del inefable Eszterhas, está la elegante intención de Verhoeven de superar el argumento de TV movie y lograr algo más de esa amalgama de sexploitation y thriller de sobremesa.
Verhoeven vio algo en el guión. Una posibilidad de homenajear a Hitchcock, de homenajearse a sí mismo, y de realizar escenas de sexo duro en una superproducción hollywoodiense. Homenajearse a sí mismo porque esta es una versión empobrecida y esquemática de De Vierde Man, otra película basada en la sospecha, otra película con fría rubia hecha de hielo como una femme fatal, de sexualidad agresiva y confianza en sí misma.
Para mi, sin embargo, lo interesante es el protagonista, Nick Currant, paradigma del hombre posmoderno, que mantiene su rol de machito como una armadura que se resquebraja. Si el crítico Fernández Valentí ve a Michael Douglas un tipo demasiado blando para encarnar un personaje oscuro, yo lo veo incluso demasiado duro, al menos en comparación con Jeroen Krabbé, el prota de De Vierde Man.
En la historia de esta seducción, al lado oscuro, por parte de ella, él se ve conducido, irremisiblemente, a una conducta autodestructiva, hacia el tabaquismo (chiste verhoeviano sobre la California políticamente correcta), la bebida, y el peligro. Así, la obsesión de Currant comienza con la sospecha, la paranoia, de que Catherine Tramell elimina a sus amantes, para, a continuación, impregnado de instintos suicidas (esos serían los básicos instintos) ponerse él mismo en situación de ser eliminado, como un lemming conduciendose hacia el abismo.
La intriga, tramposa, está bien dosificada, y ejecutada con maestría pese a sus trucos de feria cien mil veces vistos, sus identidades confusas, sus ambigüedades calculadas, para que, en el fondo, la duda y la acción sean creadas por la mente de Currant, como en su precedente verhoeviano.
Pero es en el plano de la seducción donde la inquietud y la angustia alcanzan su cota más alta. Jeanne Tripplehorn, la doctora, trata de domesticar el carácter de un Currant que es un pecador arrepentido, de convertirse en su madre, de caparlo simbólicamente, pero a la vez se ve atraída por el Currant más primitivo, amoral, brutal, básico, desconsiderado. El polvo entre los dos, el mejor de la película, demuestra hasta que punto la doctora es la víctima propiciatoria de Currant, el objeto que sacrifica para colocarse, imitemos a Zizek y sus análisis, él mismo como objeto de fetiche, deseado por la Tramell.
No se trata de que se vea arrastrado por ella a una nueva personalidad. Sino, como se da a entender, con ella puede mostrarse tal y como es, una persona oscura, débil, que cede a sus deseos, a sus pasiones, ese es el atractivo de la escritora. No debe esforzarse en vano por ser alguien mejor, alguien civilizado, sino que puede abandonarse en el instante, aún con más desgarro, dado que el futuro no existe, solo el hoy. El futuro bien podría ser un picahielos, como se apunta varias veces en la cinta, premonitoriamente, con Currant observando a Tramell deshacer los hielos con el afilado filo de la muerte en sus manos.
La escena del interrogatorio, una obra maestra en que a base de no repetir dos planos iguales, y de introducir pequeñas notas de humor, amén de la famosa escena del cruzado de piernas, anima una conversación en el fondo aburrida. Pero cobra un gran significado cuando lo interrogan a él, Currant, y se coloca en la misma posición, y con los mismos argumentos, que la sospechosa. En esos momentos, Fausto-Currant, ya ha vendido su alma, a cambio de un poco de emoción en su triste existencia de policía marginado, quemado, añorante de la nube de narcóticos y alcohol que nublaba su ser.
¿Puede la virtud competir con eso? A pesar de su beodo compañero, voz de la conciencia, no lo parece. Currant ya ha ensayado lo de ser bueno, y no ha resultado. Si Tramell es una mantis religiosa, a Currant en el fondo no le importa. ¿Por qué entonces continuar investigando, buscando una solución a la cadena de muertes ligadas a Tramell? Tal vez para construir una mentira lo bastante sólida, para que su flechazo por el lado oscuro no sea cosa de unas semanas, hasta el desenmascaramiento final. Necesita probar que no fue ella, a la vez que no le importaría realmente si lo fuera.
El conflicto identitario evidente, pelucas, suplantaciones, nombres falsos, es solo una parte de la ecuación. El verdadero conflicto está en Currant, en quién es, en si puede seguir soportándose a él mismo, sus propios secretos, sus propias culpas. Tiroteos dudosos, suicidios familiares, Currant es un alma torturada buscando la paz en el ojo del huracán, donde la calma es engañosa, pero tal vez preceda a la calma definitiva.
Verhoeven pierde el gusto por el detalle, y pasa a filmar encuadrando a sus personajes, cuyos rostros parecen cautivos en todo momento en el cuadro que verhoeven diseña para ellos. Los guiños a Hitchcock, como la escena de Nick y Cat hablando en la escalera, son los mínimos.
Por otro lado, el hecho de que Tramell escriba con antelación los crímenes en sus novelas, nos pone en el supuesto insospechado de la predeterminación, en un sentido casi teológico. ¿Está la vida de Currant condenada de antemano?
Verhoeven rueda las escenas de sexo con violencia, como una lucha, plenas de referencias a la muerte, a la vulnerabilidad, al dolor. La visión del mundo del director pocas veces ha sido tan claramente pesimista, moralista incluso, pese al barniz de escándalo, exhibicionismo, y explotación del sexo. Los espejos devuelven una imagen engañosa de los cuerpos, la carne y sangre supurante y sudorosa...
La comisaría de policía ofrece un retrato de las fuerzas del orden áspero, amargo, repletas de seres corruptos, alcoholizados, individualistas, que se traicionan, provocan, burlan o denuncian entre sí. No hay prácticamente personajes positivos, relaciones sanas, puntos de vista normalizados, todo es turbio y enrarecido. El bien y el mal pierden sentido, no se hace pie, Asuntos Internos está tan lleno de podredumbre como el que más.
Falta el aire, el oxígeno. Currant se siente escindido, dividido, perdido. No logra abrirse camino, y se acaba entregando al que otra persona ha escrito para él, más sencillo. En el fondo, más seguro. ¿Qué hay más seguro que la muerte?
Currant es un suicida en potencia, un suicida adicto a la adrenalina, por añadidura, y el método de su suicidio, además de comprender el acohol y las drogas, es la investigación y la caída en la fascinación, de una asesina que ha escrito su muerte.
Así, el final de la película, en el fondo, podría interpretarse como un final feliz. Y por eso, esta película, es tan deprimente y oscura, tan terrible y nihilista, un verdadero alegato del Verhoeven-predicador-luterano contra la descomposición moral y existencial del hombre moderno.
Hung es una de mis series del verano. Partiendo de una premisa un poco vista, consigue niveles de calidad muy notables para una HBO que últimamente no me decía mucho. Profesor de gimnasia cuarentón con problemas financieros, casa incendiada, carrera profesional estancada, se mete a hombre de compañía para mujeres adineradas.
El protagonista nos narra un mundo que se desploma y se desvanece, el sueño americano hipotecado, con dolor y humor, y con la ayuda de su proxeneta, poeta fracasada, interpretada por una actriz literalmente sacada del brutal Happiness de Todd Solondz.
El deseo femenino, la crisis, la vida que nos sobrepasa, el mundo como un lugar cada vez menos seguro, menos amable, más ruinoso y competido. Una serie inteligente en el que el prota aprende que su enorme herramienta de trabajo no es suficiente, sino que debe proporcionar un plus de imaginación, ternura, servicio interactivo al dictado de las fantasías de sus clientas, mientras piensa en la alineación titular del equipo del instituto, en su histriónica ex mujer, en su casa arruinada, en su vecino insoportable, en una cerveza fría, en los pequeños paliativos para soportar la vida.
Pocos directores han convertido el drama de crecer, en comedia, con tanto éxito como Hughes. Cuando pienso en él, me vienen a la cabeza esos fotogramas en el que inventa una salida, una existencia posible, una ilusión, para sus personajes.
Incluso cuando, vulnerables, intuyen que crecer es desalentarse, o proféticos, se preguntan si serán capaces ser fieles a su propia esencia (¿se saludarán el lunes los miembros del Breakfast club, o se someterán a la ley social que los disgrera? La elipsis es de lo más acertada), luchan por permanecer un poco más, solo un poco más en el territorio de la ligereza teenager(Todo en un día es el desmedido gesto del que intuye el final de su infancia y lo enfrenta con el exceso histérico de la desesperación, y la esperanza de estar fraguando un Glory Day épico que recordar, que aferrar)
Hughes aportaba esperanza e inteligencia en el territorio teenager, tratado o maltratado tan amenudo en el cine, y en la vida, como la sala de espera de la oscuridad de nuestra derrota.
Pero revertir esa derrota y narrar la inocencia y el conflicto de crecer de la manera de Hughes, eso, amigos míos, no está al alcance de cualquiera.
Voy a cerrar Micronesia por unos días. No teman. Estaré en la piscina, al estilo Holden quizás. Aunque estén atentos, porque puede haber una sorpresa verhoeviana en cualquier momento. Voy a dedicarme a hacer deporte y estudiar. A leer a Sloterdijk, y Celine, y Varley. A cargar pilas, a asumir retos para el nuevo curso, a desafiarme a mi mismo. Hasta luego...
"Esta no parece mi vida." Se me ocurrió de repente, parado ante un semáforo en la avenida de Aoyama, al volante de mi BMW mientras escuchaba "Viaje de invierno" de Schubert. Era como si estuviese viviendo una existencia que me había preparado otra persona, en el lugar dispuesto por otro. ¿Hasta qué punto la persona llamada yo era o no realmente yo? aquellas manos que asían el volante, ¿eran mías?. El paisaje que me rodeaba, ¿hasta que punto era real? (H. Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del sol)
Mutando desde 1981. Rock, Pop, cine, comics, literatura, filosofía, conspiranoias, cyberpunk, y tecnomisticismo. Explorador de sensaciones, romántico y cínico, especialista en venenos rápidos, pluma mercenaria, sindicalista, anarco-socialista, utopista