Micronesia en el Cerebelo

Rock, cine, comics, ciencia ficción, cervezologia y sueños rotos.

Tuesday, April 15, 2008

Todo es el momento


La calle olía como a pólvora, y estaba desierta. Las paredes estaban llenas de palabras escritas y de malestar, el malestar de vivir. Ella caminaba deprisa, y el pelo se le rebelaba cayéndole hacia delante en flecos, tapándole los ojos.
Caminaba deprisa, tenía un largo trayecto de serpenteantes callejuelas y tristes avenidas. Paris ya no valía ni una misa, Paris era solo escenario, atrezzo, Paris es tristeza si tu estás triste.
La calle olía como a sangre, y no había nadie. Era como un campo de batalla tras una guerra: El cementerio improvisado de una generación perdida. Ella tenía la vista perdida, y su falda desastrada oscilaba con la brisa y el implacable ritmo de sus pasos perdidos. Solo se oían sirenas a lo lejos y los golpes que sus zapatos daban al repicar en el sucio pavimento.
La incertidumbre de una revolución televisada no era nada. Ella seguía viviendo, existiendo, y el parentesis de la historia la había dejado de lado. Tal vez, también en 1789, la fuerza histórica era solo un puñado de ejércitos populares que se entierran a si mismos, mientras que hay gente que pasa a su lado tratando de no despertarlos.
Caminaba deprisa, para llegar al hospital. La acompañaba el eco de la respiración contenida de una ciudad. Estaba durmiendo, e iba a despertar de su sueño. Ella contenía el aliento, y trataba de no mirar a la gente que se asomaba a la ventana con mirada de desaprobación.

Le vino a la cabeza una canción imaginada, una cación fantasma que buscaba ser compuesta por alguien, la voz de un momento, que no encontraría compositor hasta unos meses después...

You say you want a revolution
Well, you know
We all want to change the world.
Tou tell me that it’s evolution,
Well, you know
We all want to change the world.
But when you talk about destruction,
Don’t you know that you can count me out.
Don’t you know it’s going to be alright,
Alright, alright.

Como una aparición, un ejército de jóvenes sombras salió de la nada, al extremo de la calle. Gritaban su frustración, solo tenían su furia y su sensación de jugar a ser sanculottes que dan un zarpazo a lo establecido...aunque luego venga el terror.
La chica se dio la vuelta: al otro extremo de la calle, la fuerza de la policía estaba formando una barrera que contendría el malestar del alma de todos los jóvenes a los que se ha amamantado.
Atrapada entre dos ciegas multitudes, trató de refugiarse en un portal.
Allí la encontraron tendida, con una corona de sangre seca y la expresión de sorpresa de quien paga el precio de querer cambiar el mundo sin haberlo querido realmente.
Un adoquín, un tozo de ciudad lanzado al aire. A punto de morir, de matar, algún universitario sin puntería había dado en el blanco.
La revolución que no fue solo dejó cicatrices entre los espectadores.

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