"El terrorismo es una forma de cultura del entretenimiento. Los terroristas son entretenedores armados, que interpretan nuestro sistema de medios de comunicación."
(Peter Sloterdijk, Entrevista)Merced a estas comuniones tóxicas, los combatientes y los no combatientes, aquéllos sincrónicamente gaseados y aquéllos simultáneamente alarmados, quedan fusionados en una suerte de estado crepuscular colectivo. Apremiadas por una situación de necesidad, las modernas masas se ven integradas en una unidad comunista capaz de posibilitarles un acentuado sentimiento de identidad, surgido al socaire de la amenaza común.
Como especialmente peligrosos se revelan entonces los venenos climáticos que emanan de los propios hombres mientras ellos son irremediablemente excitados bajo una asfixiante resonancia comunicativa: en las instalaciones climáticas patógenas de una opinión pública excitada a la vez que uniformada, los habitantes inhalan sus propias exhalaciones de manera cíclica.
Lo que aquí está en el aire se retroalimenta de modo totalitario por medio de una comunicación circular. Ésta se lleva a cabo por los sueños de victoria de las masas enfermas, así como por sus embriagadas autointensificaciones al margen de la experiencia real, excitaciones a las que sigue como su sombra el deseo de denigrar al otro. La vida en el Estado mediático se asemeja a la estancia en un palacio de gas encantado.
Como especialmente peligrosos se revelan entonces los venenos climáticos que emanan de los propios hombres mientras ellos son irremediablemente excitados bajo una asfixiante resonancia comunicativa: en las instalaciones climáticas patógenas de una opinión pública excitada a la vez que uniformada, los habitantes inhalan sus propias exhalaciones de manera cíclica.
Lo que aquí está en el aire se retroalimenta de modo totalitario por medio de una comunicación circular. Ésta se lleva a cabo por los sueños de victoria de las masas enfermas, así como por sus embriagadas autointensificaciones al margen de la experiencia real, excitaciones a las que sigue como su sombra el deseo de denigrar al otro. La vida en el Estado mediático se asemeja a la estancia en un palacio de gas encantado.
(Peter Sloterdijk, Temblores de aire)
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